Stephen Crowley / The New York TimesEl acontecimiento que estoy siguiendo con más interés en estos últimos días es, naturalmente, la crisis financiera que se ha desatado en todo el mundo. No tengo intención de hablar de ella en este blog, que pretendo dedicar a temas menos serios y más placenteros -efectivamente, ¡es un blog epicúreo!-. Aparte de que en internet se pueden encontrar sin dificultad opiniones mucho más autorizadas que la mía. Pero sí me apetece comentar un aspecto curioso de todo este asunto.
Hace unos días, comiendo con un amigo que trabaja en la banca, estuvimos hablando a fondo sobre esta crisis –hay un momento para cada cosa-. Por supuesto que, como buenos comensales, diagnosticamos el problema con precisión, y para cuando llegaron los cafés ya habíamos encontrado la solución perfecta para todos los males.
A lo que voy. En un momento de la conversación nos preguntamos cómo era posible que una crisis de esta magnitud no hubiera sido advertida con suficiente antelación. Pues bien, hace un par de días descubrí en el periódico (New York Times) la respuesta a esa pregunta.
No es que lea habitualmente el New York Times u otros periódicos extranjeros, pero sí me gusta hacerlo cuando se producen noticias importantes de alcance mundial y quiero enterarme de primera mano del asunto, sin pasar por la versión distorsionada de la noticia que, en clave de política interna, suelen dar los periódicos españoles.
Esta crisis tiene muchos aspectos, y uno de los más importantes –si no el que más- es el uso que se ha hecho de los instrumentos financieros conocidos como “derivados”. A través de ellos se ha creado una enorme riqueza financiera –la que ahora se está volatilizando en las bolsas-, que no se encontraba respaldada por activos subyacentes reales.
En resumidas cuentas, ha ocurrido que esos instrumentos financieros se habían vuelto tan complejos que quienes los manejaban habían dejado de entender su funcionamiento. Cuando los operadores han comprendido, de repente, que la situación se les ha escapado completamente de las manos, y que no saben realmente cuánto vale cada activo financiero que poseen (si es que vale algo), les ha entrado el pánico; y se está vendiendo todo a la desesperada, para hacer caja y poder pagar los créditos con los que se habían comprado previamente esos activos “tóxicos” (en un proceso brutal de desapalancamiento -“deleveraging” en inglés-).
Pues bien, ¿quién es el culpable de que haya crecido tanto la pelota financiera que se está desinflando? Según el New York Times, tiene nombre y apellidos: el antiguo Presidente de la Reserva Federal durante casi 20 años (de 1987 a 2006), Alan Greenspan, que mantuvo durante años una política de tipos bajos -dinero barato- y, además, se opuso a regular los instrumentos derivados.
¿Avisó alguien de que esta crisis se podía llegar a producir?: pues efectivamente, parece que sí, que dentro de los propios organismos regulatorios hubo personas que avisaron con mucha antelación de que algo como esto se podía producir. ¿Y por qué no se les hizo caso? Pues porque prevaleció la opinión de Alan Greenspan.
¿Y por que prevaleció la opinión de Greenspan? Esto es lo que me parece verdaderamente interesante del artículo, y lo que me ha llevado a escribir esta entrada: simplemente, porque fue más persuasivo que los demás, porque se creó un aura de infalibilidad, y porque los políticos que le tenían que controlar,
“no querían revelar su propia incapacidad para entender los conceptos que defendía Alan Greenspan”… Según se cita a uno de ellos en el artículo,
“no recuerdo a nadie que dijera nunca: ¿Qué quiere usted decir con eso, Alan?”Moraleja: nunca hay que dar nada por cierto, ni callarse las preguntas...
Pongo
AQUÍ el vínculo al artículo.
El artículo está en inglés, lógicamente, pero si a alguien que no hable inglés le interesa su lectura, sospecho que lo encontrará traducido este próximo fin de semana en El País. El New York Times es un periódico que aquí llamaríamos “de izquierdas”, en el artículo se ataca implícitamente la política “desregulatoria” –y por convención, “liberal”- de Greenspan, y, por si fuera poco, centra el origen de la crisis exclusivamente en los Estados Unidos y no menciona las hipotecas subprime españolas, por lo que mucho me extrañaría que no lo viésemos más pronto que tarde en El País.
Aunque sea anecdótico, hay algo incierto en el artículo. Se dice que Greenspan era un
“profeso libertario”, y eso es algo que debe aclararse en honor al liberalismo libertario (se refieren al Partido Libertario de Estados Unidos; su representante más conocido es
Ron Paul, actualmente integrado en el Partido Republicano). Los libertarios estaban en contra de Greenspan y defienden que el respaldo de la moneda se halle exclusivamente en activos reales –el patrón oro-, justo lo contrario de lo que representan esos instrumentos financieros de los que trata el artículo. En economía los liberales libertarios siguen la
“teoría austriaca”, que describe exactamente lo que ahora está pasando.
Para terminar, no pienso que Greenspan sea el único culpable de la crisis, faltaría más –pese al título que le he puesto a la entrada, ejemplo confeso de manipulación periodística- Sólo me parecía interesante resaltar, y por eso lo cuento, la enorme repercusión que puede llegar a tener el acto individual que realice una persona concreta situada en una posición determinante. Y la importancia de elaborar nuestros propios juicios frente a todos lo que nos den por cierto. Empezando por esta entrada.