No deja de sorprenderme la ineptitud descomunal que continuamente demuestran esos fulanos de la especie humana a quienes denominamos, con justificado desprecio, “los políticos”, para ejercer la acción de gobernar.
Mira que entre la gente normal, en el seno de eso que solemos denominar “la sociedad civil”, encuentras con relativa frecuencia a personas extraordinariamente capacitadas para el ejercicio de su actividad habitual, cualquiera que ésta sea; personas cabales, rigurosas, que desarrollando con seriedad sus ocupaciones, realizan una valiosa aportación al progreso y al bienestar de la sociedad.
Uno tiende a pensar que unas elecciones libres y democráticas tendrían que conducir, necesariamente (¡aunque sólo fuera por un imperativo estadístico!) a que la ciudadanía seleccionara, para el ejercicio del poder público, a un conjunto de esas personas excepcionales que se encontraran especialmente dotadas para la difícil acción de gobernar.
Pues no es así. La experiencia reiterada nos demuestra que el verdadero trabajo de un político no consiste en “ejercer el poder en beneficio de la sociedad”, sino en “ganar las elecciones”. El político necesita ganar las elecciones porque esa es la puerta que abre paso a todo lo demás.. y luego ya se verá -piensa él- si "todo lo demás" es gobernar en estricto beneficio de la sociedad, o de su partido, o de sus amigotes, o de uno mismo. Luego ya verá uno a qué intereses sirve, pero lo primero es lo primero..
La cualidad esencial que define a un político es, por lo tanto, su capacidad para convencer a los ciudadanos de que le voten. Y eso nada tiene que ver con la capacidad para gobernar. Son capacidades distintas, y no necesariamente coincidentes. Es más, se viene a demostrar que a los políticos la acción de gobernar en beneficio de la sociedad les importa poco o nada en si misma, sino que sólo constituye para ellos un instrumento más a su disposición para conseguir el éxito en la única acción que verdaderamente les interesa: la acción de ganar las elecciones.
Viene todo esto a cuenta del espectáculo que se ha montado en España en los últimos días en relación con los problemas de Repsol en Argentina. Hemos escuchado auténticas barbaridades procedentes del Gobierno. Primero sale el tal Soria (¿alguien más se ha dado cuenta de que tiene la misma cara que Aznar, sólo que sin bigote?), hablando de “agresión”, y de “hostilidad hacia España”. Luego sale la otra diciendo también nosequé. Aparece seguidamente un perfecto don-nadie calificando a Argentina como “apestado internacional”. Y termina el tal Margallo (un bocazas integral, como se ha podido comprobar en los cuatro meses que lleva en el machito) soltando que este asunto puede romper los “lazos económicos y fraternales” (¡nada menos!) entre España y Argentina.
Me quedo a cuadros escuchando y leyendo todo eso. Usar ese tipo de lenguaje, en estas circunstancias (¡ni que hubieran bombardeado las Canarias!), no sólo no lleva a ningún sitio, sino que con toda seguridad será contraproducente y producirá un daño a España más grave del que se pretende evitar.
Nos encontramos ante el enésimo ejemplo de actuación política incomprensible, negativa, que es obra de personas que han acreditado capacidad para ganar unas elecciones, y -al menos en este caso- incapacidad para gobernar.
Para que no se me diga que es muy fácil criticar, que hay que ser constructivo… ¡pues voy a serlo! Me voy a tomar la molestia de hacer el trabajo de los políticos, y explicarles lo que podrían haber dicho en lugar de todo lo anterior:
“Hola, muy buenas tardes (educación ante todo). Según la información que nos ha facilitado la empresa Repsol, esta entidad está sufriendo un trato abusivo por parte del Gobierno argentino en ese país. No queremos inmiscuirnos en los asuntos internos de otros países, pero la protección de los ciudadanos y empresas españolas en el exterior es algo que nos incumbe directamente. Le estaríamos muy agradecidos al Gobierno argentino si nos pudiese informar sobre las actuaciones realizadas hasta la fecha en su país en relación con la empresa Repsol-YPF, y sus razones para llevarlas a cabo, para que podamos contar con una visión completa y más exacta de la situación. Ofrecemos la colaboración del Gobierno español para alcanzar una solución dialogada y de consenso a todos los problemas que puedan existir. Solicitamos al Gobierno argentino que trate con justicia y equidad a la empresa Repsol-YPF y confiamos en que así será; de lo contrario, y muy a nuestro pesar, nos veríamos obligados a tomar todas las medidas jurídicas y comerciales que procedan y estén a nuestro alcance, en defensa de la citada entidad. Queremos subrayar, en cualquier caso, que una puntual discrepancia jurídica o comercial frente a una actuación concreta del Gobierno argentino, no afecta en absoluto al aprecio fraternal que nos merecen un país amigo como Argentina, y el conjunto de sus ciudadanos.”
No voy a entrar en el fondo de este asunto, porque ni tengo toda la información, ni creo que sea un problema tan sencillo como para abordar en la entrada de un blog. Me refiero estrictamente al acto político de España, consistente en la elección del mensaje que se transmite: ¿no hubiera sido más adecuado, y probablemente más eficaz, un mensaje de este estilo o parecido, en contraposición al mensaje que se ha enviado? Vamos, digo yo.
Aprovecho para enviar un abrazo fraterno especial a los amigos argentinos, jeje..