Este es un mensaje para los lectores madrileños (aunque seáis minoría).
En el Teatro Real representan esta semana, hasta el próximo día 16, una obra de ballet: Romeo y Julieta, de Prokofiev.
Fuimos a verla ayer, día del estreno, porque una amiga abonada nos dejó dos entradas. Si a alguien le interesa el ballet, y nunca lo ha visto, es una buena oportunidad para probarlo, y más aprovechando que en Madrid se nos viene un puente encima (por San Isidro, el patrón de esta ciudad).
Aquí os pongo un vínculo al comentario de la obra en la página del Teatro Real.
Como no entiendo nada de ballet (sólo había asistido antes a una función, hace aproximadamente un siglo) no me atrevo a realizar aquí una crítica artística. Desde luego, los medios (escenario, iluminación, vestuario) eran apabullantes.
A la entrada, me llamó la atención el tono que empleó una (presumible) aristócrata para despedirse del chófer que la había llevado, circulando por un tramo de calle peatonal, hasta la mismísima puerta del Teatro Real; una frase que capté en aire, por casualidad e indebidamente, un “hasta luego Juan” pronunciado con esa camaradería indefinible que surge entre un chófer y su condesa.
Y aquí pongo un trozo de la obra que he localizado en youtube, para que la podáis identificar (será en París y con Nureyev, pero no es mejor que la representación que vimos). Diría que esta misma música la han usado para anunciar algo en TV... ¿un coche? ¿una colonia?
La historia de Romeo y Julieta tendrá mucho amor y tal, pero básicamente constituye un magnífico ejemplo de plan bien diseñado pero pésimamente ejecutado. Deberían plantearlo como caso práctico en las escuelas de negocios y dirección de empresas, en la clase que dediquen a la ORGANIZACION.