Lo que son las cosas. Venía hoy a casa con la intención de subir al blog una entrada dedicada a Italia, aprovechando un vídeo muy interesante que me enviaron hace unas semanas por correo electrónico, y al abrir el buzón me he encontrado una extraña carta procedente de ¡Italia!
En el sobre figura como remitente una empresa que tiene su domicilio en un lugar llamado Monterosi (pueblecito de 4.082 habitantes situado en la región del Lazio, internet dixit), aunque el franqueo se ha realizado en Zürich, Suiza.
Abro el sobre, y aparece una carta -con un bonito escudo de color azul y amarillo- que me envía el Corpo di Polizia Municipale de la Citta’ di Torino. Mmmmmmmmmm… ¿a qué debo yo tanto honor?
¿Algún lector, particularmente memorioso, recuerda que conté una vez aquí un viaje que hicimos a Turín? Eso fue en diciembre del año 2009…
Que alquilamos un coche…
Pues, en efecto: ¡Me ha llegado una puñetera multa de tráfico! ¡Dos años después! Santa Madonna...
Supuestamente, circulé por una zona de tráfico limitado entre las 7 y las 21 horas, sin tener permiso para ello. Mentira podrida. Y si no, que hubieran puesto una señal más gorda para indicar la prohibición, a mi qué me cuentan, bastante tenía con ir esquivando a todos aquellos kamikazes.
Y con este cuento chino, una empresa privada a la cual el Ayuntamiento ha cedido –supuestamente, porque no me remiten copia del documento de cesión- la facultad de ejercitar todas las actuaciones, me pide que ingrese la imperfecta cantidad de 127,05 Euros en una cuenta bancaria que amablemente me indican (en un banco, ahora, de Florencia).
Pues no me viene del todo bien pagarla, lo siento en el alma. Si me hubiera llegado unas pocas semanas después de volver –como me llegó una de Alemania a la vuelta del viaje a Hamburgo, con una foto de mi cara al volante, jeje-, la pagaría, porque soy una persona amante de la legalidad y respetuosa de las normas. Pero dos años después, va a ser que no; eso tiene que estar más prescrito que la factura por el funeral de Tutankhamon. Que me olviden.
Apuntaba Leve, en los cometarios a la última entrada sobre Turín, que las fotos nocturnas son más bonitas que las diurnas.
Y yo pienso lo mismo. Para vivir me gusta más el día que la noche, la luz que la oscuridad… pero para tomar fotos, la noche es, sin duda, una gran aliada.
Vamos a comprobar la diferencia entre unas fotos y otras.
1º.- Para empezar, pongo la versión diurna de un par de fotos nocturnas incluidas en la entrada precedente: una del palacio situado en el centro de la piazza Statuto (Palazzo Madama), y otra de la puerta de entrada a la piazzeta Reale.
Recordemos que esta última puerta se supone que es el lugar por donde “pasa la frontera, inextricable, entre lo sagrado y lo diabólico, la magia blanca (Pólux, la estatua en cuya cabeza lleva una estrella ) y la magia negra (Cástor)...”
Lo anterior se lo puede llegar a creer alguien a la vista de una foto nocturna del lugar, como la que puse en la entrada anterior. Pero viendo una foto diurna, no way.
La Porta Palatina (construida en el s. I, es el monumento romano más importante de Turín), de noche:
La Porta Palatina (con la calzada romana en primer plano), de día: La casa de Nietzsche (Nietzsche vivió una temporada en Turín; fue aquí, en la calle, cerca de su casa, donde sufrió el telele que le llevó a un psiquiátrico hasta el final de sus días), de noche:
La casa de Nietzsche, de día:
3º.- Finalmente, ya sin correspondencia diurna, algunas fotos nocturnas más.
Retomo hoy una vieja historia interrumpida: Turín.
En la entrada precedente sobre esa ciudad, prometí que le dedicaría todavía alguna más. Pero la cotidiaNIdad, ya se sabe, puede con todo…
No creo en el Demonio. La idea de que exista un Ser de origen divino, obcecado en hacer permanentemente el Mal.. no me convence. Un personaje así me parece demasiado infantiloide; en una palabra: humano. Miradlo al pobre en la viñeta siguiente, que casi inspira ternura:
Pero que no crea en el amigo Satanás, no significa que no me llamen la atención las preocupaciones mundanas sobre su paradero.
Esto que digo viene a cuento de que la ciudad de Turín es territorio del demonio. Al menos así lo ponía en la guía turística; y claro, si lo dice la guía, me lo creo como si fuese Verdad Revelada.
Voy a reproducir a continuación lo que explica el librito de marras, acompañando el texto con fotos que tomé de los lugares que se citan (en letra cursiva figura lo que es copia literal de la guía; las fotos no son buenas, pero sirven para mostrar los lugares reseñados).
“Según la opinión de expertos en esoterismo, Turín se alza en el punto en el que se cruzan los cauces de energía que surcan la superficie del planeta, lo que en la antigua sabiduría china se denomina 1a espina dorsal del dragón"; de ello deriva la convicción de que, desde su fundación —según una leyenda sería en el siglo XV a.C. un príncipe egipcio, Eridano, quien la fundara— la ciudad ha sido eterno escenario de la lucha entre las fuerzas del bien y del mal. De aquí que haya lugares considerados de influencia positiva (según la magia blanca Turín, Lyon y Praga componen un triángulo "benéfico") y otros de influencia nefasta (la magia negra, por el contrario, considera que Turín, Londres y San Francisco rinden culto a lo "maléfico'). Se consideran lugares positivos en la ciudad la iglesia de la Gran Madre, al otro lado del puente Vittorio Emanuele I..
...y la fontana delle Quattro Stagioni, en piazza Solferino..
..En el primer caso, cuenta una leyenda que en el lugar donde se alza el panteón del siglo XIX se conservan los restos de un templo dedicado a la diosa egipcia Isis; una de las estatuas que precede a la iglesia, precisamente la alegoría de la Fe que sujeta un cáliz, se dice que indica el lugar donde se esconde el misterioso Santo Grial, el cáliz de la Última Cena. La fontana delle Quattro Stagioni, también llamada "fontana Angelica", se considera la "puerta al Infinito": la simbología de las cuatro estatuas y el continuo fluir del agua al parecer alude al eterno sentido circular del tiempo.
En cambio, un lugar "temible" por su influjo negativo es piazza Statuto, "corazón negro" de la ciudad...
Añado. Es ésta una plaza curiosa. Adopta la forma de un inmenso cuadrado, cuyos lados están constituidos por una sucesión de edificios regulares, con un paseo porticado bajo los mismos. En el centro de ese gran cuadrado, se alza un palacio. En la primera foto de arriba, se puede apreciar uno de los lados del cuadrado que da forma a la plaza (y, a la izquierda, una torra roja del s. XX visible desde toda la plaza... un verdadero atropello urbanístico que bien podría ser, esto sí, obra del demonio). La segunda foto corresponde al palacio que se sitúa en el centro de la plaza.
...Orientada hacia occidente, por tanto "hacia las tinieblas" desde el punto de vista esotérico, se extiende sobre un área antaño ocupada por una necrópolis (Vallis Occisorum, de donde deriva el topónimo Valdocco, el barrio que da nombre a la avenida próxima) y en la que durante mucho tiempo se llevaban acabo las ejecuciones públicas. Quizá sea sólo una coincidencia, pero justo a los pies del monumento a los caídos de Frejus, que domina el centro de la plaza, se encuentra el acceso al centro de control de las cloacas de la ciudad, una especie de "puerta a los infiernos"...
A este monumento no le hice foto.
En un rincón de la piazza Statuto se abre una especie de “subplaza”, la piazzeta Reale, a la que se refiere el siguiente párrafo de la guía.
...La leyenda de Cástor y Pólux, hijos gemelos de la bellísima Leda con un cisne, bajo cuyas albas vestiduras se ocultaba Júpiter, alimenta la creencia de que en la puerta de entrada a piazzeta Reale convergen las líneas de energía que hacen de Turín un lugar mágico. El mito cuenta que Pólux, a la muerte de Cástor —que, al contrario que su hermano, no había heredado de su padre el don de la inmortalidad—, logra de los dioses el poder de compartir el privilegio divino de su hermano. Vivirán pues su existencia a partir de entonces inseparables, la mitad en el reino de los Infiernos y la otra mitad en la luz del Olimpo. Este lugar al que se hace referencia resulta mágico porque por él pasa la frontera, inextricable, entre lo sagrado y lo diabólico, la magia blanca (Pólux, la estatua en cuya cabeza lleva una estrella ) y la magia negra (Cástor)...
Y aquí os dejo, ante “la frontera inextricable entre lo sagrado y lo diabólico”. Para que cada uno siga el camino que mejor le parezca..
Hace un par de semanas estuvimos en Turín, Italia. Antes de que surjan las malas lenguas (desde, pongamos por ejemplo, el lejano México) repitiendo el viejo infundio de que un servidor se pasa la vida de vacaciones, aclararé que se trató de un viaje de trabajo… si bien lo hice coincidir con un fin de semana, para poder pasar un día libre por allí (“por esos rumbos”, como dirían las malas lenguas) con mi señora esposa.
Está bien eso de comprobar uno con sus propios ojos las realidades de las que antes sólo ha oído hablar. Por lo general, te obliga a modificar algunas ideas preconcebidas.
En el caso de Italia, se suele decir que existe una gran diferencia entre la zona norte (Turín, Milán, Venecia, etc.), que sería semejante a los países de Centroeuropa (desarrollados, ricos, limpios, disciplinados…), y la zona sur (Nápoles, Sicilia, etc.), que se parecería a los países del sur de Europa (España, Portugal, Grecia), subdesarrollados, pobres, sucios y caóticos. Esa, al menos, es la teoría.
Pero, para mi sorpresa, he descubierto que, al menos en apariencia y sin investigación estadística de ningún tipo, Turín no juega en una liga superior a Madrid.
Nunca comparo los lugares que visito con mi lugar de residencia, al menos mientras estoy en pleno viaje. Más bien tiendo a olvidarme completamente de mi casa y de mis costumbres, y a integrarme voluntariamente en la realidad local.. ¿que se cena a las 6? pues ceno a las 6 sin protestar; ¿que se desayunan hormigas fritas? pues me las desayuno encantado; ¿que te cambian a la mujer por dos camellos? pues… bueno, eso habría que verlo más despacio.
Creo que la gracia de viajar estriba en conocer otras realidades por si mismas, y no en función de tu propia realidad cotidiana; a la vuelta, una vez que has conocido esos otros mundos, puedes realizar todas las comparaciones que quieras. Tomarte la molestia de viajar a cualquier lugar para, una vez allí, ir comparándolo todo con tu casa permanentemente, o pretendiendo ajustar la realidad ajena a la tuya, me parece una pérdida de tiempo… para eso ¿no es más lógico y barato quedarse uno en su casita?
Este pequeño rollo viene a cuento de que, justamente, voy a realizar en esta entrada una comparación entre Turín y Madrid, jeje… pero lo hago, que conste, en beneficio una idea superior, como es la conveniencia de poner en duda todo lo que oigamos sobre los sitios hasta que no los hayamos visto con nuestros propios ojos.
Ya vendrá, por supuesto, alguna entrada con fotos para contar todo lo bueno que tiene Turín, que es mucho. Pero ahora toca hacer un repaso de lo malo.
En ausencia de fotos, voy a ambientar esta entrada con un video terrorífico, incalificable, de una mítica canción italiana que casi es su himno nacional: “Azzurro”, de Adriano Celentano. Había escuchado la canción antes muchas veces, pero nunca la había visto en video… acabo de verla ahora mismo por primera vez en mi vida, al buscarla en youtube para ponerla aquí… y se me han quedado los ojos del revés, especialmente al ver la representación de “il treno”…¡tela marinera!
Repuesto del shock, comienzo el repaso:
1º.- Ya en el trayecto desde el aeropuerto hasta el hotel (que hicimos en un Fiat Panda alquilado) pude advertir la escasa disciplina al volante de los turineses: gente saltándose los semáforos, invadiendo el carril-bus, haciendo giros prohibidos en los cruces… no digo que eso en Madrid no pase, pero no es tan generalizado, desde luego, como en Turín. Punto negativo.
(Al hilo de esto, os contaré una anécdota divertida. Hace unos pocos años estuvimos en Roma. En aquella ocasión, el trayecto desde el aeropuerto a la ciudad lo hicimos en un taxi. Ese pequeño viaje se convirtió en toda una experiencia. Al poco de ponerse en marcha, el taxista recibió la llamada de un compañero preguntándole por una dirección en Roma -según pudimos deducir de lo que escuchábamos-. Pues bien, el tipo se pasó un buen rato con la mano izquierda ocupada con el teléfono móvil, mientras que con la derecha pasaba las hojas de un callejero mugriento. De alguna forma, encontraba todavía forma de ejecutar en ocasiones, con alguna de sus manos, ese típico gesto que hacen los italianos al hablar -juntando todas las yemas de los dedos de una mano… ¿capisce?-. Y como cuarta actividad, completamente accesoria y residual, nos conducía hacia Roma a 140 kilómetros por hora y a 1 metro de distancia del vehículo precedente).
2º.- El transporte público no está bien organizado. Quisimos usarlo la noche del primer día, para no tener que coger el coche, y no hubo manera. No venden billetes a bordo de los autobuses o tranvías, sino que deben comprarse previamente en quioscos o papelerías… pero como los puntos de venta se encontraban ya cerrados, no pudimos comprarlos. Tampoco encontramos algo tan simple como una máquina de venta automática de billetes. Y los taxis no fueron alternativa real, pues eran prácticamente inexistentes. Otro punto para Madrid.
3º.- Fuera de lo que es el centro histórico, la ciudad parece más destartalada y sucia que Madrid. Se encuentra, además, mucho peor iluminada, por lo que de noche presenta un aspecto algo siniestro.
4º- El agua del grifo es infinitamente peor que la de Madrid. Sabe muy mal, y huele peor. Esto no tiene explicación posible, habida cuenta que Turín se encuentra apenas a 50 kilómetros de los Alpes, con nieves casi perpetuas.
5º.- Sospecho que hasta el carbón que usan para calentar los edificios es peor. En Madrid quedan todavía bastantes calderas de carbón (pese a encontrarse en proceso de sustitución), y uno de los olores que más me gustan de esta ciudad, si no el que más, es ese olor a carbón en las mañanas de invierno con niebla. En Turín había un olor parecido, pero distinto, más ácido, casi desagradable. No me extrañaría nada (es una mera hipótesis no contrastada, por supuesto) que el carbón que utilicen allí sea de peor calidad que el nuestro, que usen lignito en lugar de hulla o algo por el estilo.
Reconozco que el último factor citado entra más en el ámbito de las manías personales, pero el resto de puntos señalados afectan directamente a la calidad de vida de las personas.
Sobre todo me llamó la atención la indisciplina de la gente. Un amigo mío que vive en Roma desde hace muchos años me explicó una vez que el grado de corrupción política en Italia es enorme, incluso mayor que el que sufrimos nosotros; y que, como reacción, la gente trata de desarrollar su vida al margen del Estado en todo lo que le resulta posible (reacción que no voy a criticar, evidentemente). Esta actitud explica, en parte, el fenómeno “Berlusconi”; ese hombre no procede de la política, sino de la empresa privada - sociedad civil, y la gente le vota, haga lo que haga, porque tienden a verle como “uno de los suyos” que ha conseguido “colarse” en las entrañas del Estado, y no como uno de los odiados políticos que durante décadas (desde el fin de la última guerra) han estado expoliando los fondos públicos. Convendría que aquí fuesen tomando nota.
Y hasta aquí lo malo. Insisto en que, por lo demás, se pueden decir muchísimas cosas buenas de Turín y de Italia, y así lo haré en próximas entradas.