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jueves, 18 de octubre de 2012

Belchite (Zaragoza)

Continuando con la entrada anterior.... Desde Cariñena nos acercamos a visitar el pueblo de Belchite, situado a 42 km de distancia. Allí tuvo lugar una batalla durante la Guerra Civil española, que dejó la localidad arrasada. Después de la guerra, Franco decidió conservar las ruinas y reconstruir el pueblo entero a junto a ellas.

Las ruinas se pueden visitar por las mañanas, de 10 a 14 horas. No obstante, no debe ser difícil acceder a las mismas a cualquier otra hora, pues el recinto es muy grande y no está cercado (quizás ese horario se refiera sólo al minúsculo punto de atención al visitante, situado en el interior del antiguo arco que sirve como puerta de entrada a las ruinas). 

Este es el arco de entrada:


Bajo ese mismo arco tomé la foto siguiente, en la que se puede ver el comienzo de la calle principal del pueblo, por la cual se inicia la visita.


Uno puede caminar libremente entre las ruinas, que se extienden por una zona que tendrá aproximadamente un kilómetro de largo, por quinientos metros de ancho. El paseo, como se puede suponer, resulta sobrecogedor. Unas pocas fotos:











Y ahora viene el rollo filosófico que me sugirió esta visita. Me llamó la atención el contenido de la pequeña hoja informativa que te entregan en la entrada. En la hoja figura un plano del pueblo en ruinas, y la identificación de los edificios más destacados. Lo curioso del asunto es que la hoja contiene únicamente información sobre los aspectos artísticos de los edificios singulares (como por ejemplo, el dato de que la iglesia que sale en las fotos 5, 6 y 7, llamada de San Martín de Tours, es Patrimonio de la Humanidad). Pero no se hace en esa hoja ni la más mínima referencia al calamitoso estado en que se encuentran esos edificios que se dicen tan valiosos, o el pueblo entero... como si nada pasase, como si fuese lo más normal del mundo caminar por las calles de un pueblo en ruinas. 

Pienso que este silencio no es casual, ni producto de un error, sino la consecuencia de que -por increíble que sea- en España no parece posible todavía abordar el tema de la Guerra Civil desde una perspectiva histórica. ¡Y han pasado 75 años desde 1937! 

Comprendo que la generación de mis abuelos –la de las personas que vivieron y participaron en la guerra- no pudieran tener otra visión de la guerra distinta de la puramente personal. Lo injustificado sería lo contrario, pues evidentemente hay cosas que no se pueden olvidar. Pero los integrantes de esa generación han desaparecido casi todos, y los pocos que quedan tienen ahora alrededor de los cien años de edad. Puedo incluso comprender que dentro de la generación de mis padres –los nacidos en fechas próximas a la Guerra Civil-, que rondan ahora los 75 años de edad, puedan existir algunas personas incapaces de ver la guerra como un acontecimiento meramente histórico, por haber visto marcada su existencia de alguna forma esencial por ella. Ahora bien, que integrantes de mi generación –personas nacidas en torno a la muerte de Franco, que tenemos ahora alrededor de los 40 años-, no sean capaces de pensar en la Guerra Civil como una parte superada de la historia, es algo que verdaderamente me asombra. Y no hablemos ya de toda la gente de generaciones posteriores a la mía (que empieza a ser demasiado numerosa, jeje), que todavía se siente partícipe de una lucha contra Franco o contra la República.. 

Me parece a mi que la mentalidad española es demasiado proclive a crear mitos (religiosos, políticos, sociales.. la materia da un poco igual), y ajustar su pensamiento a esos mitos de una forma acrítica y comodona. Lo considero un síntoma de pereza intelectual, o de inseguridad, o vaya usted a saber de qué. En esto tenemos bastante que aprender de los anglosajones. 

Y es una pena, porque analizar el pasado con una perspectiva histórica resulta de la máxima utilidad; se pueden detectar y analizar los impulsos y las motivaciones de las generaciones pretéritas, los efectos positivos y negativos de unos y de otras, y obtener así conclusiones muy valiosas y de utilidad para la consecución de un progreso (verdadero) en el presente. Lo contrario -introducirse en la lucha del pasado (introducirse intelectualmente, por supuesto, sin jugarse realmente la vida en una trinchera)- supone revivir de forma continua el pasado, tropezando eternamente con la misma piedra como si de una maldición bíblica se tratase. De esta forma, el pasado deja de servir como instrumento de progreso, para convertirse en una condena al atraso.

Y a todo esto… ¿qué pasó en Belchite? Tuve que acudir a la wikipedia para enterarme de lo que ocurrió. El pueblo estaba ocupado por las tropas de Franco. El ejercito republicano (varias divisiones regulares y las Brigadas Internacionales), que tenía en ese momento como misión principal la recuperación de Zaragoza, se detuvo en su camino hacia esa ciudad para conquistar del Belchite, pues constituía un objetivo aparentemente fácil de conseguir. Sin embargo, el asunto no resultó tan sencillo. Finalmente los republicanos se hicieron con Belchite, pero el esfuerzo y el tiempo perdido en esa tarea les impidieron conquistar Zaragoza. Para la República se trató de una “victoria pírrica” (en el sentido correcto del término): una victoria aparente, que realmente constituye una derrota estratégica. Para los franquistas supuso un negocio propagandístico redondo, lo cual explica que, de todos los pueblos que resultaron destruidos en España, fuese precisamente Belchite el elegido para ser conservado, pues: a) los “responsables” del destrozo fueron los republicanos, dado que eran los atacantes, y b) los “héroes” de la batalla fueron los defensores franquistas, que no se rindieron y dieron su vida por la causa. Si todo lo anterior se explicara adecuadamente, llegarían los visitantes a algunas conclusiones interesantes, como que la historia la escriben los vencedores, y que los “símbolos” no siempre representan fielmente la realidad general que pretenden demostrar. Se recordaría incluso la importancia de mantener los objetivos principales frente a los accesorios, que comentaba el otro día. 

Pero el silencio histórico no se limita al folleto que te entregan en la entrada del pueblo, sino que se extiende a la existencia misma de estas ruinas de Belchite. Yo supe que de su existencia hace años, ojeando un antiguo libro de viajes por España. Pero no recuerdo haber visto, leído u oído jamás ninguna publicidad, reportaje, artículo o comentario, sobre este lugar tan especial. 

¿Qué se podría haber hecho con este lugar (tras el fallecimiento de Franco, se entiende), o qué se podría hacer todavía? Si uno reflexiona sobre los acontecimientos que allí se produjeron con una visión histórica, tiende a sentir por igual todas las muertes que se causaron, y a comprender mejor la tragedia que supone una guerra. Una función muy evidente de este lugar (aunque sea un poco manido, todo sea dicho) sería la defensa de la paz, claro está. 

Y se me ocurre una idea más, muy positiva, que transmite una visita a las ruinas de Belchite en estos tiempos de crisis que nos atenazan, y es la siguiente: si después de una guerra que destrozó moral y materialmente el país, España fue capaz de salir adelante.. ¿cómo no vamos a superar una crisis meramente financiera? 

Pero no, por el momento se prefiere que este lugar permanezca enterrado en el olvido; y que si algún visitante despistado accede a ellas por casualidad, se vaya a su casa con la idea de que “las ruinas de Belchite son un testimonio del trabajo de nuestros antepasados, de las raíces y huellas de un pueblo y una cultura”, y de que “si alguna etiqueta estilística hay que poner a la villa, es la de mudéjar”. So ist das Leben.

martes, 9 de octubre de 2012

Cariñena y Calatayud, en Zaragoza.

Este pasado fin de semana estuvimos de paseo. Por Reyes nos regalaron uno de esos estuches que contienen un vale para pasar una noche en algún lugar, o realizar tal o cual actividad. Nuestro estuche tenía como tema el enoturismo, y nos daba derecho a pasar una noche en un hotel vinculado con el vino, más una visita a una bodega. 

De entre la lista de posibilidades, elegí un hotel que se llamaba “Hotel del Vino” (no se han estrujado mucho el cerebro para dar con un nombre, no), que está situado en el pueblo de Cariñena (Zaragoza), capital de la comarca aragonesa que da nombre a esa denominación de origen. 

En la foto del prospecto se veía un edificio cuadradote pero con buena pinta, que parecía construido en medio de unos viñedos. El chasco al llegar fue bastante gordo, jeje, porque a) el Hotel está situado al borde de la carretera, y b) tiene a su lado un edificio de colorines que parece un club de carretera (aunque no lo es). 

Pero bueno, lo cierto es que los chascos terminaron ahí. La habitación estaba muy bien, y sobre todo la visita a la bodega resultó muy entretenida. El hotel lo ha montado una familia que se ha dedicado al vino toda la vida (“desde sus tatarabuelos”). Anteriormente se limitaban a cosechar el vino y venderlo a granel a una cooperativa, pero hace unos años se decidieron a producir su propio vino y a venderlo ya embotellado. La empresa se llama Bodegas Prinur. 

La visita a la bodega la hicimos con el dueño del cotarro como guía, y claro, el entusiasmo con que el hombre hablaba de su propio negocio, y el conocimiento que tenía de todos los detalles de las instalaciones, hicieron la visita muy interesante. He aquí algunas fotos de la bodega:





Curiosamente, los depósitos estaban fabricados en Aveiro, una bonita ciudad de Portugal por la que pasamos este verano y de la que subiré fotos un día de éstos..


El pueblo, Cariñena, tiene muy poco que ver. Esta es la plaza del Ayuntamiento:


Afortunadamente, en el pueblo hay un restaurante donde se come bien. Se llama “La Rebotica”. Pretende, y consigue, servir comida de calidad, y lo hace a la mitad de precio que en Madrid. Una comida magnífica y con vino nos salió por tan solo 25 euros por persona. 

En definitiva, resulta recomendable el plan de comer en el restaurante, visitar la bodega y dormir una noche en el Hotel del Vino. Es una buena opción como etapa de un viaje más largo, o como excursión de un día desde Madrid. Más allá de eso, no merece la pena quedarse. 

A la vuelta hacia Madrid paramos en un pueblo más bonito, Calatayud. Unas pocas fotos:






De Calatayud guardo un recuerdo de cuando tenía nueve años. En aquella época del pleistoceno, no existía la autopista actual, y la carretera nacional pasaba por el centro de la localidad. El caso es que, durante un viaje en el que nos pillaba Catatayud de camino y poco antes de llegar al pueblo, comentaron mis padres que existía una canción cuya letra dice “si vas a Calatayud pregunta por la Dolores...”. Naturalmente, según atravesábamos el pueblo se me ocurrió sacar la cabeza por la ventanilla y empezar a preguntar a gritos por la tal Dolores… lo cual no les hizo mucha gracia a mis sufridos padres, que me pegaron un buen bufido, jaja. 

He googleado la canción para poder transcribir la letra con exactitud, y acabo de saber que se trata de una copla que forma parte de una ópera española de 1895, titulada “La Dolores”. La letra completa es tal que así: "Si vas a Calatayud, pregunta por la Dolores, que es una chica muy guapa, amiga de hacer favores". 

Seguro que mis padres no me dijeron nada sobre el asunto de “los favores”, jaja… y claro, sin tener la información completa.. ¿cómo podía yo –pobrecito- saber, que no era muy correcto berrear como un poseso el nombre la Dolores por todo Calatayud? 

Además hicimos otra excursión, pero sobre esta otra hablaré en una próxima entrada..