Estas últimas semanas se han publicado en prensa numerosos artículos sobre la nueva normativa que permitirá cerrar, por vía administrativa y no judicial, aquellas páginas web a través de las cuales se infrinjan derechos de propiedad intelectual. Esta posibilidad se introduce en una disposición final de la Ley de Economía Sostenible que prepara el gobierno.
(Un inciso para los lectores extranjeros, a quienes pueda resultar sorprendente el pomposo título de esa ley: por supuesto que nuestro gobierno no ha encontrado el secreto de la economía sostenible, ni ningún otro, no se os ocurra perder el tiempo investigando el contenido de la norma con ánimo de encontrar en ella respuesta alguna a nada; nos gobiernan unos fervientes partidarios de la Economía Insostenible –así se llama a gastar más de lo que se ingresa- que probablemente nos terminarán llevando al hoyo si no rectifican a tiempo; pero al menos tienen el buen detalle de amenizarnos el descenso a los infiernos con un permanente Festival del Humor… no os puedo contar aquí todos los chistes con los cuales nos deleitan pues sería una tarea inagotable, ni quiero tampoco mataros de la risa o causaros una lesión de diafragma, de modo que pondré sólo un ejemplo: ¿sois conscientes, por ahí fuera, de que gracias a nuestro gobierno tenéis la oportunidad de estar viviendo un acontecimiento planetario histórico?... ein? ein?.. pues así es, vuestras vidas no volverán a ser las mismas compañeros, quedarán marcadas por este evento planetario -o cósmico, o galáctico, o algo así- al que me refiero, que no es otro que la feliz conjunción astral por la cual coinciden a un tiempo la presidencia de Obama en Estados Unidos, y la presidencia –de turno, y más simbólica que otra cosa- de nuestro Gran Timonel al frente de la Unión Europea; así al menos lo ha declarado oficialmente el partido gobernante, a través de su capacitada representante).
Volviendo al tema de esta entrada... contra esa previsión normativa se han alzado diversos “colectivos” que representan (supuestamente) a los internautas, blogueros (¡¡esos somos nosotros!!), y demás presuntos delincuentes. Lamentablemente, lo más concreto que he leído en sus propuestas es la “exigencia” de un “diálogo público” que permita encontrar “una alternativa real”… vamos, el mismo lenguaje vacío que los otros.
Se trata de un asunto muy complejo, esto es indudable. Nos encontramos ante una de tantas transformaciones repentinas que está ocasionando, en todos los campos (sociedad, cultura, economía, relaciones personales…), este invento revolucionario que ha sido Internet.
Yo no tengo un criterio claro (todavía) sobre la mejor forma de compatibilizar Internet y la propiedad intelectual; por eso me limitaré a señalar tres contracciones (o formas de hipocresía) que observo en esta materia:
1º.- La primera contradicción o hipocresía es mía, personal, aunque no debo padecerla en solitario.
Creo en la conveniencia de reconocer el derecho a la propiedad privada, y pienso que las creaciones intelectuales son tan valiosas, apropiables y merecedoras de protección, como las creaciones materiales. Por lo tanto, creo en la propiedad intelectual, y estoy de acuerdo con que se reconozca a los autores el derecho a proteger sus creaciones y a obtener un beneficio económico de ellas. Lo considero, además, socialmente beneficioso, pues a la postre se fomenta la creación intelectual, y con ella el progreso humano.
En la práctica, casi nunca consumo “piratería”, pero por razones ajenas a las convicciones expuestas. Ya tenía hecha mi “biblioteca” musical antes de que llegase Internet, y de lo que sale ahora no me gusta casi nada. Y si sale algo nuevo y me gusta me suelo comprar el CD original, para disponer del soporte fetén (manías de viejo) y también por no complicarme la vida: las redes P2P, el e-mule, y todas esas historias raras, exceden de mi capacidad informática.
Ahora bien, dicho todo lo anterior, debo confesar que si me encontrase en la situación de obtener gratis, con solo pulsar una tecla, algo que me gustase y que fuese caro, muy probablemente… le daría al botón. Nunca robaría en una tienda, pero la impunidad para robar que ofrece internet (¡he aquí el gran cambio!) constituye una tentación insuperable para cualquiera que no sea San Ignacio. Esto es así.
2º.- La segunda contradicción o hipocresía me parece más grave, y no me lo parece porque no sea mía (como habrá pensado algún malvado), sino porque reúne las agravantes de publicidad y alevosía: resulta chocante que los más caracterizados defensores modernos de la propiedad intelectual (en su versión audio-visual), sean los mismos personajes que salen en la tele, un día sí y otro también, vociferando “¡muerte al capitalismo!”, “¡abajo la propiedad privada!” y “¡tó pa’l pueblo!”. Esta contradicción es tan evidente que no precisa mayor comentario.
3º- En la tercera y última contradicción incurren quienes muestran su oposición a las previsiones de la Ley de Economía Sostenible.
Señores, seamos serios: quien piratea un disco de Ramoncín, por supuesto que merece el cierre de toda página web de la que disponga; y además deberá ingresar en prisión, directamente al módulo de los peligrosos irrecuperables. Piratear a Ramoncín…¡habrase visto!
En conclusión, nos encontramos en un ámbito plagado de contradicciones. De los unos, de los otros, y de cada uno de nosotros. Nadie es inocente, esto es un infierno..