lunes, 10 de junio de 2013

Lanzarote (III)

Aquí vienen unas cuantas fotos más de Lanzarote.

La foto que sigue es la primera de todas las que hice de la isla. Es una vista de la capital, Arrecife, tomada desde el avión mientras realizábamos las maniobras de aproximación al aeropuerto que ya vimos en la entrada Lanzarote-I.



La ciudad de Arrecife es como la típica capital pequeña de provincia española: una ciudad donde la gente camina despacio y se reconoce por la calle. Me dio la impresión que la ciudad debe servir como centro de negocios y de gestiones administrativas de los isleños, pero que vive completamente a espaldas del resto de la isla en cuanto a su actividad principal se refiere: el turismo. No obstante, tiene algunos rincones bonitos -como el paseo que rodea la pequeña laguna marina que existe en el mismo centro de la ciudad (a la izquierda en la foto de arriba), o las antiguas defensas costeras (en la parte superior de la misma foto)- que justifican una visita por parte del turista que acude a Lanzarote.







Uno de los atractivos de la isla son las playas. El agua del mar no es muy cálida, por lo que la presión turística sobre las playas es limitada. Las playas con mayor infraestructura turística se encuentran en la zona de Costa Teguise (foto que sigue)..



... pero es fácil encontrar y acceder a playas salvajes como estas:







Otro de los grandes atractivos de la isla es la paz y tranquilidad que se respira en sus pueblos del interior. A esta sensación de absoluta calma contribuye sin duda la arquitectura de la isla. Las edificaciones son todas -con excepción de alguna iglesia antigua- muy sencillas, con las paredes del color blanco de la cal, y con puertas y ventanas de madera pintadas de azul, verde, o marrón. He aquí alguno de estos pueblos, comenzando con Teguise:







Femés:



Caleta de Famara:



Yaiza:





En Yaiza se encontraba el restaurante acondicionado por Manrique (Rte La Era) al que me refería en la entrada Lanzarote-II. La gastronomía de la isla es muy simple, y semejante a la del resto de las islas Canarias. Está basada en los productos que ofrece la propia isla y el mar que la rodea, los cuales son preparados de forma natural y sencilla. En las fotos siguientes podemos ver un cherne a la plancha (el cherne es un pescado de allí, nunca lo he visto en la península), unas lapas también a la plancha, y las famosas "papas arrugás con mojo" (picón y verde)







Pero sin duda lo más llamativo, gastronómicamente hablando, es que en la isla se produce vino. No son vinos que gocen de fama en la península (más bien al contrario, las referencias que tenía es que se trataba de vinos más bien malillos), pero a mi me gustaron los que probé. Se trata de vinos mayoritariamente blancos, que pueden ser dulces o secos. A nosotros los dulces no nos gustan, de forma que pedimos siempre vinos secos. Son vinos suaves, frescos, algo afrutados, y en conjunto agradables de tomar, en parte por el placer de acompañar la comida de la tierra con vinos también de la tierra, y también porque en vacaciones todo le sabe bien a uno, jeje... Y además son baratos, pues en mesa la botella sale entre 12 y 17 Euros. El único vino tinto que probamos me pareció más flojete.. me recordó a los tintos de la Ribeira Sacra, nacidos también en una tierra de blancos.



¿Y cómo se cultivan las vides en una isla volcánica? ¡Pues con mucho mimo! En las fotos que siguen lo podemos apreciar. La primera está tomada en el mismo pueblo de Yaiza, y las dos siguientes en una zona de la isla llamada "La Geria", aledaña al Parque Nacional de Timanfaya.







Como se puede ver, colocan las vides en una pequeña hondonada excavada en el suelo, y las protegen del viento con un pequeño murete de piedra. Debe ser un trabajo de chinos, y la vendimia ni te cuento.

Y esto es todo por hoy. De Lanzarote me quedan un par de cosas interesantes que mostrar, por lo que probablemente subiré un par de entradas más en las próximas semanas. Hasta la próxima.

domingo, 2 de junio de 2013

Boquerones en vinagre

La semana pasada encontré en la pescadería unos boquerones que tenían un aspecto magnífico. Siempre los hago rebozados y fritos, pero esta vez se me ocurrió que podría prepararlos en vinagre. Nunca lo había hecho antes, de modo que estuve preguntando, mirando en libros, e investigando en internet. ¡No había una sola receta igual! Finalmente elegí una de ellas, y como el resultado ha sido bastante bueno la compartiré con todos vosotros.

En primer lugar, hay que elegir boquerones bien frescos y grandes en la pescadería. Conviene que sean grandes, porque reducen bastante con la preparación.

Una vez en casa, se les quita la cabeza, las tripas, y la espina. La receta que seguí pedía que se respetara la cola del pez (para lo cual hay que dejar un pelín de espina en ese extremo), a fin de que los dos lomos se mantengan unidos por ese punto. Así lo hice yo también, aunque no he terminado de comprender el sentido último de esto. Supongo que será porque te ahorra tiempo durante el resto del proceso de preparación, ya que te permite manejar los lomos fácilmente de dos en dos. En la foto siguiente vemos el antes y el después.



Una vez limpios los lomos, hay que enjuagarlos bien bajo el grifo, y luego dejarlos una hora sumergidos en agua fría en un recipiente en el que se introducen uno por uno con la piel hacia abajo. Eché hielo en el agua al principio, y otro poco más a la media hora. El objetivo de esto es que los peces se desangren completamente, pues la sangre en lo que produce manchas oscuras en el boquerón ya terminado, y un sabor más fuerte.



Como es sabido, conviene congelar el pescado crudo antes de consumirlo para eliminar la posible presencia del anisakis. La lógica -y la mayor parte de las recetas que he visto- indica que los lomos se congelen en este momento, esto es, después de limpiarlos y antes de macerarlos. En la receta que yo seguí, sin embargo, se congelan los boquerones después de la maceración. Dicho sea de paso, esta opción la escuche por primera vez hace tiempo, como un "consejo" que le daba un pescadero a una señora de esas que se manejan con soltura en el mundo de "la vez"

Bien, entonces en ese punto procedí a macerarlos. Los boquerones enteros pesaban más o menos tres cuartos de kilo. Para esa cantidad de pescado, usé 300 cl de vinagre de vino blanco, 100 cl de agua, un puñado de sal, y el zumo de un limón. Según aprendí durante mis averiguaciones previas, la sal contribuye a que el pescado quede más duro, y el limón a que quede más blanco (¿o era al revés?..), por lo que añadí los dos ingredientes a la mezcla. Sobre la cuestión de la proporción de vinagre/agua, e incluso sobre si hay que emplear agua o no, hay opiniones para todos los gustos. Lo que parece claro es que a mayor proporción de vinagre, menor tiempo de maceración se necesita. En mi caso, los tuve 2 horas macerando en la nevera. En la primera foto que sigue pueden verse los ingredientes usados (salvo el limón), y en la segunda el proceso en marcha.





Transcurrido ese tiempo, se sacan los pececillos uno por uno del recipiente de maceración y, sin escurrirlos, se pasan a otro recipiente donde los iremos colocando por capas, también con la piel hacia abajo, cubriendo cada capa con aceite. En este segundo recipiente los pondremos a congelar durante 48 horas.



¡Y esto es todo! Luego sólo hay que descongelarlos, aderezarlos con ajo finamente cortado y perejil fresco picado, y ya estamos listos para disfrutar de esta típica tapa española. ¡Tanto en plan bareto de mala muerte..



... como en plan más sofisticado!