sábado, 8 de noviembre de 2008

Erasmo de Rotterdam: "Elogio de la Locura"


Me gusta mucho leer a los clásicos. Siempre que leo un libro antiguo me asombra, invariablemente, la vigencia de los conceptos o de las ideas que contiene. Nos creemos que lo hemos inventado todo, lo cual puede ser bastante cierto en el mundo de la tecnología –no de la ciencia básica-, pero no lo es en absoluto en el mundo del pensamiento. En ese apartado, vamos más bien para atrás.

“Elogio de la Locura” fue escrito muy probablemente en 1508 (fecha del prólogo). Así que cumple ahora 500 años. Se publicó por primera vez en 1511.

Erasmo fue un humanista del Renacimiento. El humanismo tuvo una vida más bien efímera, entre la época de cerrazón que supuso el teocentrismo medieval, y la época de cerrazón desencadenada tras el triunfo de las ideas de Lutero, con las guerras de religión que asolaron Europa (Reforma protestante y Contrarreforma católica).

Erasmo vivió durante la última etapa de este periodo humanista, coincidiendo con el momento en que Lutero comenzaba su labor. Al ser un personaje ya conocido y respetado en vida, le intentaron fichar para su causa los dos bandos que en ese momento se estaban organizando para la lucha: Lutero en persona por un lado, y el Rey Carlos V de España, a través de sus emisarios, por otro. Pero ni le convenció Lutero, ni le gustaba España, así que se mantuvo alejado del conflicto teológico los pocos años que le quedaron de vida. Permaneció en la iglesia católica, pero no se sumó al combate contra los protestantes.

En este contexto de transitoria libertad que supuso el humanismo, escribió “Elogio de la Locura”. No fue un libro “normal” desde el principio. Erasmo dedicó toda su vida a escribir sesudas obras sobre teología, comentarios a las obras de los padres de la Iglesia, traducciones de la Biblia, etc… Pero un buen día viajó a Inglaterra a visitar a Tomás Moro (humanista como él y amigo personal), y allí, medio en broma medio en serio, se les ocurrió la idea de hacer un libro como éste. Erasmo lo escribió después en pocas semanas.

El libro se lee muy fácilmente, pero es complicado de interpretar. En la época le causó muchos problemas a Erasmo, que se vio continuamente en la necesidad de explicar sus verdaderas intenciones al escribirlo. Es habitual por ese motivo que el libro venga editado junto con una carta que escribió Erasmo poco después a un amigo suyo (Martin Dorp), ofreciéndole esas explicaciones frente a las protestas que le transmitían, a través de su amigo, eminentes teólogos. Por otra parte, al propio Erasmo no le terminó de gustar el triunfo que tuvo este pequeño libro desde el primer momento, pues amenazaba ya entonces con eclipsar el resto de su obra (de hecho, hoy en día ya no se edita la mayor parte de la obra de Erasmo, sólo este libro que comento y algunos pocos más)

Y es que el libro tiene tela. Formalmente, es la Locura quien toma la palabra y quien se dirige a si misma un elogio, poniendo de relieve su triunfo en el mundo a través de las distintas manifestaciones de la actividad humana donde cabe reconocer su presencia –con una referencia muy especial a la iglesia y los teólogos-. Al ser la Locura quien habla, hay que entender que el autor de la obra no defiende las ideas que se plasman en el libro, sino justo las contrarias; y que está descalificando en realidad las opiniones que se vierten, pues se parte de la base de que es la Locura quien las emite. Sin embargo, la ideas de la Locura están tan bien escritas, tan bien fundamentadas… que a cualquier teólogo de la época le tenía que entrar la duda razonable sobre si Erasmo en realidad no estaba pensando de verdad lo que ponía en boca de la Locura. Lo cual es más que posible, naturalmente.

Transcribo a continuación un par de fragmentos. Este primero, para que veáis a lo que me refería cuando hablaba de la vigencia de los clásicos, no me digáis que no resulta de perfecta aplicación a la España de hoy:

“Muy semejante a éstos [los cazadores] es la clase de gente que arde en deseos de construir casas, cambiando de pronto lo redondo en cuadrado, y lo cuadrado en redondo. No ven fin ni medida a nada hasta que caen en la suprema indigencia, sin que les quede dónde vivir, ni de qué comer. ¿Qué les importa? ¡Que les quiten lo bailado, entretanto, han disfrutado unos años de gloria!"

Y otro fragmento, de aplicación eterna:

“Trataré de ilustrar lo que digo, no con entimemas de los estoicos, sino con un ejemplo conocido. ¿Hay acaso, ¡por los dioses inmortales!, seres más felices que esos hombres que el vulgo llama payasos, tontos, fatuos y locos de remate, apelativos todos ellos espléndidos, a mi parecer? Quizás lo que digo pueda parecer a primera vista estúpido y absurdo, pero de hecho es una gran verdad. Ya, de entrada, esta clase de personas no siente miedo ninguno a la muerte, mal no pequeño, por cierto; se ven libres del aguijón de la conciencia. No les amedrentan las historias de los muertos. Tampoco les aterran los espíritus ni espectros. No les turba el temor de males inminentes, ni les saca de sus casillas la esperanza de bienes futuros. En suma, les dejan impasibles los mil y un problemas que ofrece la vida. Carecen de vergüenza, de miedo, ambición, odio o amor. Finalmente, si creemos a los teólogos, cuanto más se acercan a la irracionalidad de los animales, menos capacidad tienen de pecar.

Hora es ya de que me cuentes, sabio estúpido, los días y las noches que pasas atormentándote con tus problemas. Haz un recuento de todos tus males y entonces te darás cuenta de los que yo he quitado a mis queridos insensatos. Añade a esto que siempre están contentos, jugando, cantando, riendo, y –donde quiera que van- reparten alegría, bromas, pasatiempo y risas. Tal parece la función que la bondad de los dioses les ha encomendado: alejar de la vida humana la tristeza. Todos, en efecto, los acogen por igual como algo suyo, mientras a los demás les unen sentimientos muy diversos. Se les acepta siempre, se les busca, se les acoge, se les abraza y ayuda cuando lo necesitan, y se les permite decir y hacer impunemente lo que les venga en gana. Nadie piensa en hacerles mal, pues ni siquiera las fieras más salvajes, como intuyendo instintivamente su inocencia, se atreven a herirles; son algo sagrado para los dioses, y sobre todo para mí. ¡Nadie considera injusto el honor que se les dispensa!”

5 comentarios:

Carol dijo...

Buen libro, sin duda. Éste no lo he leído todavía, pero por los fragmentos que has trascrito puedo bien ver que tienes razón al decir que este clásico también se suma al dogma de que todos los clásicos tienen en parte o en totalidad vigencia en la actualidad. Ahora no recuerdo quien dijo que esta peculiaridad es la marca indudable de una obra maestra...

Me ha gustado leer sobre un libro que solo conocía de nombre.
:)

Víctor dijo...

Carol, en el caso de este libro hay un aspecto claramente desfasado, y es la poca consideración que muestra Erasmo hacia las mujeres...

En un pasaje especialmente duro, el traductor trata de "justificar" a Erasmo con una nota a pie de página, diciendo que no olvidemos que quien habla es la Locura; puntualización completamente absurda, pues no sólo está bastante claro que Erasmo, amparado en la "Locura", está diciendo lo que piensa y no puede decir sin jugarse el tipo, sino que además, en la carta a Martín Dorp, hablando ya en serio (oficialmente), le vuelve a pegar otro palo a las mujeres.

No veo qué necesidad tiene el traductor de justificar a Erasmo, me parece más lógico aceptar que en el s. XVI las mujeres debían estar marginadas de la educación, que debían ser un grupo humano bastante inculto, y que desde esa perspectiva es comprensible que una persona con una vida puramente intelectual las tuviese en poca estima. Estoy seguro de que hoy en día no pensaría lo mismo.

En este punto la desactualización del libro también tiene su interés, pues pone de manifiesto el cambio radical que se ha producido en el papel de la mujer en los últimos siglos (al menos en Occidente). Para bien de todos, evidentemente.

Me atrevo a comentarte esto de las mujeres porque este blog tiene pocos lectores (pocos, pero magníficos), si tuviese más público me callaría la boca, vaya a ser que se orquestase la quema de los libros de Erasmo, como en los viejos tiempos a los que parecemos volver.

Carol dijo...

Jajajjaa bien, me alegro que me comentes la postura de Erasmo frente a las mujeres, postura muy común en su época por cierto.

te aseguroq ue yo no voy a quemar ningún libro de Erasmo aúnque tenga opiniones que no encajen con las mías :D

Myriam dijo...

Es interesante que se maneje la idea de que la locura sea una especie de elixir que te libre de todos los padecimientos de una vida "normal" según lo dictan los patrones sociales de cada época.

Debo aceptar que yo también me he hecho la misma pregunta sobre si la gente con algún transtorno mental es felíz o no, ya que quizá es cierto que no se dan cuenta de muchos problemas cotidianos como la desigualdad de clases, el racismo, la crisis mundial, la degradación del planeta, etc., pero quizá tampoco perciben los aspectos positivos de tener un estilo de vida sano, higiénico, con aspiraciones de algún tipo, que se yo. Sería conveniente preguntarle al que padece locura su punto de vista sobre el tema pero quizá esté imposibilitado de hacerlo debido precisamente a su locura.

De todos modos yo no descarto que se pueda ser felíz de esa manera, es más, creo que en algunas ocasiones tenemos que dejarnos llevar un poco por la locura y olvidar "el que dirán" o "el que va a pasar" para poder lograr cosas en la vida, y luego si las cosas no salen bien, también fingir demencia para que no nos afecte más allá de lo debido.

Me gustó lo que escribiste, y así como Erasmo, sé de varios casos y culturas donde se sigue menospreciado a la mujer, pero hablar de eso es como entrar a una lucha de poderes que no tiene fin.

¡Total! es de todos sabido que las mujeres somos mejores y mas bonitas que el resto de todos los demás seres vivientes del planeta y galaxias aledañas.

Víctor dijo...

Pienso lo mismo que tú en relación con el fragmento concreto del libro que he transcrito, efectivamente ninguno de los cuerdos querríamos perder la consciencia de la realidad, aunque nos acarree problemas. Pero no deja de ser un planteamiento provocador, útil para relativizar la sabiduría, a la que damos tanta importancia.

Y en cuanto a tu último párrafo... yo tengo bastante claro que es así, desde luego.