Le han regalado a Clara un libro titulado “Enciclopedia Culinaria – La Cocina Completa”. Se trata de una reedición de 2009, de un libro editado originalmente en Madrid en el año 1940.
Es un libro de recetas, aunque a modo de introducción contiene también consejos diversos sobre cuestiones accesorias: utensilios de cocina, preparación de la mesa, origen de los alimentos, etc..
Su autora es una tal María Mestayer de Echagüe, Marquesa de Parabere. Imagino que esta marquesa gozaría en su día de cierta fama o consideración pública –¿sería la Arguiñana de la posguerra?-, pero hoy en día su memoria se encuentra tan enterrada y desaparecida como lo estarán sus huesos. Las glorias mundanas, ya se sabe cómo pasan.
Pero la buena señora nos ha dejado su libro, en cuyo interior han quedado fosilizadas –como insectos en una gota de ámbar- las normas básicas de urbanidad.
Hoy en día se han perdido por completo las formas, el decoro, y las buenas costumbres. Invitas a tus amigos o familiares a comer a casa, y la reunión se vuelve enseguida una merienda de negros. Debemos, decididamente, recuperar las buenas formas de nuestros mayores.
En el libro se nos explica cómo debemos proceder si invitamos a gente a casa. Seguidamente transcribo los párrafos correspondientes (no quito ni pongo nada, ¡lo juro!). Propongo que empecemos, todos, a seguir al pie de la letra estos sabios consejos, y quizás así alcancemos el anhelado Mundo Mejor.
"La etiqueta de la mesa
A la hora señalada para servir la comida (o el almuerzo) el criado, abriendo la puerta de la sala de par en par, pronunciará la frase de rigor: «La señora está servida.» La señora se habrá arreglado para retener a su lado a los dos caballeros de mayor categoría y, conversando con ellos, se dirigirá con naturalidad al comedor, seguida por los demás invitados, sencillamente agrupados, ya que no se estila, como antaño, el «ofrecer el brazo a las damas».
Como decimos, la señora penetrará la primera en el comedor y se dirigirá a su puesto, permaneciendo de pie, mientras los demás comensales se dirigirán a sus respectivos puestos, quedando igualmente de pie ante ellos. El puesto de cada cual estará indicado en una cartulina colocada en cada respectivo plato y en la que irán escritos los nombres y apellidos o el título, si lo tuviere, del comensal.
Todos los invitados ya ante sus respectivos puestos, la dueña de la casa se sentará la primera, haciéndolo acto seguido los demás, siendo el último a sentarse el dueño de la casa.
Los señores que invitan se sentarán en el centro de la mesa uno enfrente del otro, y los puestos que llamaremos de honor son los correspondientes más próximos de ellos, siendo el de la derecha de ambos el primero, siguiendo el de la izquierda en categoría; por tanto, se colocará a la derecha de la señora el caballero más principal, y a la derecha del señor la dama más conspicua; luego vienen los del lado izquierdo, reservados para la dama y caballero que sigan en categoría. Los más alejados y las puntas de la mesa se reservan para la gente joven.
Los invitados se colocarán alternando un caballero y una dama, y se tendrá sumo cuidado al aparejarlos, no colocando nunca hermanos juntos, ni menos aún a los esposos.
NOTA.—Los esposos se colocan juntos en el centro de la mesa en la comida de boda, pero sólo en ese único caso.
De la buena colocación de los invitados dependerá el éxito de una comida, pues por selectos que sean unos manjares si no son gratos los vecinos no se saborearán a gusto. La buena ama de casa ha de saber seleccionar sus invitados, buscando entre ellos afinidad de gustos y simpatía y nivel social. La dueña de la casa, que ha sido la primera en sentarse, será también la primera en levantarse de la mesa, ya que nadie puede hacerlo antes que ella.
El criado servirá como sigue: empezará por la dama colocada a la derecha del dueño de la casa, luego servirá a la de la izquierda y seguidamente a todas las señoras, siendo la última a servirse la señora de la casa. Servida ésta, empezará por el caballero sentado a la derecha de ésta, luego servirá al caballero colocado a su izquierda y seguidamente a todos los demás señores, terminando con el de la casa.
Si sirven dos criados, uno servirá a las señoras y otro a los señores el mismo orden antes indicado, con la salvedad que el sirviente encargado de servir a los caballeros servirá antes a la dueña de la casa, siguiendo con el caballero colocado a la derecha de ésta, etc.
Durante la comida los señores de la casa no harán comentarios ni exaltarán las excelencias de los manjares que ofrecen, salvo en contadas ocasiones, tal como tratándose de algún plato exótico o puesto ex profeso por ser gusto particular de alguno de los invitados que se quiere obsequiar, pero siempre con mesura y discreción, ni se hará presión para que se sirvan o repitan, dejando a cada cual en perfecta libertad para servirse y comer lo que más les convenga. Esto referente a los que invitan, pues los invitados pueden y deben alabar -siempre con mesura, pero expresivamente- la satisfacción que les causa la bondad de los manjares que se les ofrece —aun cuando fueran detestables—, así como lo agradecidos que quedan a tantas atenciones.
NoTA.—Si los hijos o yernos de la casa son comensales, éstos se servirán los últimos después del señor.
Para terminar, transcribo a continuación la admonición que figura en la primera página del libro, dirigida a todos sus lectores –entre los que os encontráis ahora vosotros-, para que a nadie se le ocurra copiar nada. ¡Que no se diga que no aviso!
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