sábado, 22 de octubre de 2011

Hotel Madrid

El pasado día 15 de octubre (15-O) tuvo lugar, en Madrid y en muchas otras ciudades del mundo, una manifestación inspirada por el movimiento “Occupy Wall Street” de Nueva York… movimiento que, a su vez, ha encontrado su inspiración en el movimiento 15-M de Madrid.

Ese día, algunos participantes en la manifestación de Madrid okuparon (nota para los lectores extranjeros: dícese okupar, con k, al acto de acceder pacíficamente, pero sin consentimiento de su propietario, al interior de un inmueble abandonado) el edificio del antiguo Hotel Madrid, que se encuentra actualmente cerrado por (según he leído) quiebra de la empresa que lo explotaba. La empresa, que se habrá ido a pique pero no está muerta) ha denunciado la okupación ante los tribunales, desconociendo este cronista el estado de tramitación del asunto… probablemente se encuentre tan empantanado como cualquier otro.


Hace tres días, la casualidad me llevó a pasar frente a la misma puerta del Hotel Madrid. Al verla abierta, tuve el impulso inmediato de entrar, pero no me atreví a hacerlo porque iba de traje y pensé que los okupas me catalogarían como elemento sospechoso, y tendría que dar muchas explicaciones sobre mi presencia allí (cuando, en realidad, ¡no había ninguna!)… pero la idea me quedó rondando la cabeza.

Ayer viernes decidí volver al lugar del crimen, vestido de forma más adecuada, y entrar.

Por lo general, los okupas no son gente violenta, por lo que no me parecía que hubiera ningún riesgo en el asunto; tan solo, que mi estancia en el hotel coincidiera con el momento en que la policía decidiera ejecutar por sorpresa una eventual orden judicial de desalojo, que se montara allí un buen zipizape, y que acabara con mis huesos en comisaría, en calidad de okupa, acusado de un delito de usurpación, de daños, de atentado contra la autoridad, o vaya usted a saber. Estaría bueno, jeje. Pero me parecía un riesgo muy remoto.

Daba también por supuesto que nadie me impediría entrar –sería bastante incoherente que un okupa prohibiera la entrada de, ejem, ¡otro!-, aunque contaba con que me pedirían dinero en la puerta como “contribución solidaria”, “participación en la causa”, u otro concepto semejante.

Comenté mis planes con una amiga particularmente irreflexiva que tengo, y se unió a la aventura sin dudarlo un instante.

Total, que allí nos plantamos ayer por la tarde. Fue todo como la seda. Entramos al hotel como Pedro por su casa, pasamos con decisión y sin detenernos frente a un chico joven situado en la recepción con aparente encargo de controlar la entrada, y tiramos escaleras arriba –los ascensores no funcionan, ¡sólo faltaría!- hasta la terraza del hotel, sin que nadie nos detuviera. Estuvimos unos minutos allí arriba disfrutando de unas insólitas vistas del centro de Madrid, y luego fuimos bajando recorriendo las cuatro o cinco plantas del hotel.

Es un edificio alargado, pero muy estrecho. En su zona central se ubican dos ascensores (de los antiguos) paralelos, separados tres metros el uno del otro, y la escalera. La escalera es muy curiosa: comienza en el descansillo de cada piso con un tramo recto entre los ascensores, y se divide seguidamente, a derecha e izquierda, para rodear cada uno de los ascensores en sendos tramos circulares que desembocan por separado en el piso superior. La escalera es muy vertical, demasiado, y sus peldaños excesivamente estrechos… claramente, ese modelo de escalera requería un mayor espacio libre, fue un quiero y no puedo. Se encuentra tapizada con una elegante moqueta roja, bien conservada (por el momento).

Las habitaciones, pequeñas, se encuentran también limpias y bien conservadas. Y con su típica moqueta de hotel. Tan solo carecen de mobiliario. Leí en prensa que los okupas del hotel querían destinarlas a servir de alojamiento a familias que hayan sido desahuciadas. El problema para eso no van a ser las habitaciones, sino que el hotel no tiene suministro de agua y electricidad (algún mínimo suministro parece que han conseguido los okupantes enganchando en algún lugar, pero no creo que en la cantidad o intensidad suficiente como para desarrollar una vida normal).

En la primera planta hay una gran sala –el antiguo comedor, seguro- donde pasan el tiempo la mayor parte de los actuales huéspedes del hotel (que serán unos 30 ó 40 en total). Están allí sentados en círculo, conversando y fumando (me chocó oler a tabaco en un espacio cerrado, me pareció una vuelta al pasado y no hace tanto tiempo que era algo absolutamente normal). Había por allí un niño de unos seis años, de pelo largo y rubio, a quien sus padres estaban haciendo partícipe de sus actividades, como debe ser.

No llegamos a hablar con nadie, pero la gente parecía agradable y el ambiente era bueno. Me parecieron personas algo mayores y más experimentadas que las personas que vi el primer día que fui a la Puerta del Sol con ocasión de la famosa acampada.

Eso sí, habían caído en el inevitable normativismo que fuera del hotel probablemente rechacen. Había carteles por todas partes con normas de convivencia (no ensuciar, no causar daños, no tirar colillas al suelo…), e incluso un “bando” con instrucciones más detalladas para el uso de las instalaciones.

En fin, esto es lo que vi. No hice fotos en el interior porque una de las instrucciones es precisamente esa, la de no hacer fotos para no comprometer la seguridad (jurídica, se entiende) de quienes paran por allí. Sólo hice una foto desde la terraza del hotel hacia el exterior, a los viejos tejados del centro de Madrid.


Y en esto consiste el Hotel Madrid y su okupación. Al menos, por ahora.

8 comentarios:

Unknown dijo...

Pues veo que, en cuanto al carácter generalmente pacífico de los okupas, coincide tu opinión con la que tiene uno de mis hijos de ellos. Conoció a un grupo en Lavapiés (Madrid) y hace poco a otro en Génova (Italia). Que yo sepa, él no es un okupa, pero nunca se sabe...

Luz María dijo...

Víctor, la mani del 15O no estaba inspirada en "Occupy Wall Street", ya que venía organizándose mucho antes de que comenzara el movimiento en NY.
Por otro lado, no sé en qué otra casa okupa habrás entrado: a mí jamás me han pedido dinero al entrar en una, y menos de la manera que dices. Como mucho, suelen tener su bar y si quieres te tomas algo.
Por otro lado, que unas personas rechacen ciertas normas sociales no quita que estén dispuestos a crear o acatar otras ¿no?
Deberías haberte atrevido a entrar con traje; no creo que te hubiera pasado nada.

Roberto dijo...

¡Qué aventura la tuya, Víctor!
Aquí en Buenos Aires es bastante común (lamentablemente) encontrar casas, plazas o negocios okupados y se sabe que es bastante difícil lograr que sus okupantes se retiren.

Un abrazo.

Víctor dijo...

Hola Civilis. Mi opinión no es muy fiable porque no tengo contacto con ese mundo, pero no me suena haber oído que se haya producido alguna ocupación violenta.

Víctor dijo...

Luz María… te veo muy puesta en el tema okupa, no quiero ni imaginar lo que harás en tu tiempo libre, jeje..

Lo del origen del 15-O lo he oído en la tele, pero vamos, puede ser una información errónea perfectamente.

Es que no había entrado jamás en una casa ocupada. Ya ves.. ¡a mis años! No sabía a ciencia cierta lo que me podía encontrar, de ahí mis dudas iniciales.

Esta mañana, poco después de escribir los párrafos anteriores, he vuelto al hotel, en esta ocasión acompañado de una persona particularmente reflexiva, como es Clara, pues me apetecía que ella también lo viera.

Hoy era todo distinto. Había dos sujetos bastante grandes en la puerta, provistos de chalecos reflectantes, que actuaban como verdaderos porteros, sin ningún disimulo (probablemente para evitar visitas no deseadas, como haría un vulgar propietario…) En la puerta había un cartel con los horarios de apertura, fuera de los cuales probablemente no dejen entrar a nadie (de nuevo, como unos vulgares propietarios…). En las escaleras estaban sentados unos punkis (acompañados de un perro y del misterioso niño rubio), que interrumpían el paso.. les pedí permiso para pasar, y muy amablemente nos dejaron, pidiéndonos que no hiciésemos ruido en la zona de las habitaciones porque estaba la gente descansando (poco van a cambiar el mundo unas personas que están durmiendo a la una de la tarde, pero bueno..)

Lo de las normas no lo comento tanto como una crítica hacia los okupas, sino como una reflexión general sobre la necesidad humana de sujetar su convivencia a unas reglas. Ellos juegan a ser la república independiente de su casa, y me parece muy bien. En ese sentido les comprendo, porque yo también mandaría a la porra más de una norma social que no me gusta, y me quedaría sólo con las que me gustan. Lo que me gustaría saber (por pura curiosidad, nada más) es hacia dónde puede evolucionar su sistema organizativo: si les llevará a una democracia representativa como la que rechazan, a una democracia asamblearia donde haya que votar hasta el color de la escoba que se compra, o hacia alguna forma de autoritarismo. Ha debido haber ya algunos casos de ocupaciones de larga duración, tengo que enterarme de cómo fueron las cosas..

Uy, creo que si hubiera ido de traje me hubieran hecho muchas preguntas... y me temo que no hubiera sabido responder correctamente a todas.

Un beso

Víctor dijo...

Hola Roberto.. jeje, al final no ha sido tan "aventurado" el asunto.

Aquí las okupaciones suelen terminar al cabo de algunos meses, o incluso años, con una batalla campal contra la policía. Veremos cómo acaba esto. Sería una pena que el edificio acabase en ruinas, porque está relativamente bien conservado por dentro (y por fuera), y está en una zona muy turística.

Un abrazo

Marina dijo...

Ya he sacado tiempo para leer el "Quijote del loco bloggero". No sé si tendríamos que haber ido ayer tal como íbamos..hubiera sido interesante.
¡Buen reportaje!

Víctor dijo...

Pues sí Marina, hubiera sido interesante.. pero podemos ir otro día, que parece que el asunto va para largo.