Conocía esta obra de oídas, pero de ella sólo sabía que estaba ambientada en la época de la Gran Depresión (años 1929 y siguientes). Y me ha parecido que era un buen momento para leerme el libro, vistos los tiempos que corren.
Se narra la historia de una familia de agricultores del medio-oeste de Estados Unidos, quienes, como muchos otros de la región, se encuentran sin trabajo de la noche a la mañana cuando los tractores aparecen en escena y se mecanizan las labores del campo en los cultivos de tipo extensivo propios de la zona (el algodón, en el caso de los protagonistas). En la agricultura sólo se necesita ya mano de obra abundante para la recolección de los frutales, presentes en el suave clima mediterráneo de California, lo que provoca una emigración masiva hacia allá.
Los emigrantes viajan con el sueño de un trabajo sencillo y bien pagado. Cuando llegan, descubren que la situación no es como la imaginaban: por el propio exceso de emigrantes, no existe trabajo para todos y los salarios son muy bajos.
Es un libro largo pero no se hace pesado, pues se mantiene un buen equilibro entre el relato –las peripecias de la familia- y la reflexión social.
No he encontrado en el libro la relación que esperaba con nuestra situación económica actual, pero, en cambio, he descubierto una relación inesperada con la situación que han debido vivir, durante estos años pasados, los inmigrantes que han venido a España huyendo de la pobreza y falta de expectativas en sus países de origen.
La semejanza es muy evidente en el plano conceptual (desplazamiento territorial en busca de un futuro mejor), aunque no tanto en los detalles, pues la vida de los emigrantes sin techo ni domicilio fijo, que en el libro constituye el panorama generalizado, no ha sido tan común en España (no mayoritario, al menos).
Pero no cabe duda de que también a esos extremos se ha llegado en no pocos casos. En TV han emitido algunos reportajes (muy escasos, eso sí, sobre los africanos que se desplazaban este invierno por Andalucía buscando lugares donde se estuviera recogiendo la aceituna, o sobre los rumanos que viven en chabolas junto a los campos que cultivan, o sobre marroquíes y latinoamericanos que esperan a primera hora de la mañana, en lugares “estipulados” de las grandes ciudades, la llegada de una furgoneta que les recoja para trabajar en la construcción, etc…
Aquí habría, como lo hubo en Estados Unidos, materia suficiente para escribir un libro y para producir una película. Pero no le pidas al cine español que deje de mirarse al ombligo, o que haga una crítica social del tiempo en el que gobierna el partido que les da de comer.
Lo que espero es que el relato del libro sea verdaderamente una historia pasada, y no estemos ante nuestra propia y próxima historia, jeje… porque si este país va a la quiebra, nos puede tocar emigrar. Viendo el cariz de los acontecimientos, no me parece algo imposible.
No me preocupa tanto la crisis como el camino que hemos tomado, que no es el camino de salida sino justamente el contrario, el camino que nos lleva directamente hacia el hoyo. A estas alturas está muy claro que el origen de la crisis actual no es otro que el endeudamiento excesivo; el crédito es útil –hasta imprescindible- para invertir (que no es lo mismo que gastar): me adelantas un dinero que no tengo, que te devolveré a medida que vaya ahorrando. Si pides un crédito tomando en consideración tu renta actual y la razonablemente prevista, de forma que su devolución dependa únicamente de tus ganancias y de tu capacidad de ahorro, no hay problema… sin embargo, se han estado pidiendo y concediendo créditos cuya devolución no se confiaba a la renta esperada, sino a la revalorización (supuesta, especulativa) de los activos adquiridos… y con la vista puesta no en la devolución del crédito, sino en la transmisión del activo revalorizado para realizar la plusvalía. Y así, el volumen de los créditos ha crecido hasta el momento en el que, de repente, la mente colectiva ha hecho “click” y se ha formulado la gran pregunta… ¿toda esta masa de deuda, se va a poder devolver algún día? En ese instante se han dejado de revalorizar los activos, y ha comenzado la crisis.
Este es el punto en el que nos encontramos. La gente estaba comprando pisos y coches carísimos a crédito, y las Administraciones Públicas estaban gastando cantidades ingentes de dinero. Vale, es cierto que nadie, ni la gente ni las Administraciones, había previsto la crisis. Ahora eso ya no importa, lo que interesa es encontrar una solución.
Si el problema es el exceso de deuda, es evidente que la única solución posible es reducirla. Y la deuda se reduce gastando menos, y ahorrando más. Pagando la que se pueda, y reconociendo la pérdida por la que no se pueda pagar.
Y ahora viene lo que me preocupa. Las economías domésticas y las empresas (el sector privado) han comprendido el problema y la solución sin ninguna dificultad (¡es que no es tan difícil!), y han cortado el gasto de forma radical. Es duro para quien tiene que asumir sacrificios y para la economía en general, pero es necesario… más que necesario, es inevitable. Sale hoy en el periódico la noticia de que, por primera vez en cincuenta años, se ha producido un incremento respecto al año anterior en la venta de legumbres, un alimento barato. Fijémonos ahora en el sector público... ¿qué está haciendo?... pues gastar de una forma absolutamente disparatada…¡están soplando como posesos dentro de la burbuja, intentando hincharla otra vez! .. que está pinchada, hombre, que está pinchada… la situación sería bastante cómica, de película de los hermanos Marx, si no fuese porque, en el proceso, están arruinando al país, quemando inútilmente lo poco que tenemos y lo poco que estemos ahorrando los ciudadanos de a pie…
Un ejemplo de lo que digo. Los Ayuntamientos españoles tienen una gigantesca deuda acumulada con sus proveedores de bienes y servicios, una cantidad monstruosa de dinero. Muchas empresas han ido a la quiebra por ese motivo. ¿No sería lógico empezar a pagar esa deuda? Pues no señor… se trata de trabajos ya realizados y, por tanto, ese pago “no luce”. De modo que el gobierno ha tenido una ideíca, que consiste en dar dinero a los Ayuntamientos (contra deuda pública del Estado) para que gasten más todavía, y así “relanzar la economía”… ¿Para qué se utiliza ese dinero?... pues aparte de para lo que sabemos todos, para cualquier otra tontería. En el caso de Madrid, el Alcalde –que lleva el derroche en los genes- ha decidido ejecutar (entre otras) una obra imprescindible, largamente deseada por los madrileños, una inversión productiva donde las haya: va a cambiar de ubicación la estatua de Colón… la estatua estuvo hace años en medio de la Castellana y la desplazaron cien metros, a una plaza adyacente, para favorecer la circulación… pues ahora irá de vuelta al centro de la Castellana... Cristóbal para arriba, Cristóbal para abajo… a ver si por lo menos le dejan señalando a América.
Mientras unos están ahorrando hasta en comida, los otros están gastando a manos llenas el dinero, empezando por el que ahorran los primeros…¡a gastar hombre, a gastar, que no se respire miseria…! ¡Y que se mueran los feos!
Ya me ha dado el ataque otra vez... ¿qué estaba diciendo? ah, sí, las uvas de ira… un buen libro.
Se narra la historia de una familia de agricultores del medio-oeste de Estados Unidos, quienes, como muchos otros de la región, se encuentran sin trabajo de la noche a la mañana cuando los tractores aparecen en escena y se mecanizan las labores del campo en los cultivos de tipo extensivo propios de la zona (el algodón, en el caso de los protagonistas). En la agricultura sólo se necesita ya mano de obra abundante para la recolección de los frutales, presentes en el suave clima mediterráneo de California, lo que provoca una emigración masiva hacia allá.
Los emigrantes viajan con el sueño de un trabajo sencillo y bien pagado. Cuando llegan, descubren que la situación no es como la imaginaban: por el propio exceso de emigrantes, no existe trabajo para todos y los salarios son muy bajos.
Es un libro largo pero no se hace pesado, pues se mantiene un buen equilibro entre el relato –las peripecias de la familia- y la reflexión social.
No he encontrado en el libro la relación que esperaba con nuestra situación económica actual, pero, en cambio, he descubierto una relación inesperada con la situación que han debido vivir, durante estos años pasados, los inmigrantes que han venido a España huyendo de la pobreza y falta de expectativas en sus países de origen.
La semejanza es muy evidente en el plano conceptual (desplazamiento territorial en busca de un futuro mejor), aunque no tanto en los detalles, pues la vida de los emigrantes sin techo ni domicilio fijo, que en el libro constituye el panorama generalizado, no ha sido tan común en España (no mayoritario, al menos).
Pero no cabe duda de que también a esos extremos se ha llegado en no pocos casos. En TV han emitido algunos reportajes (muy escasos, eso sí, sobre los africanos que se desplazaban este invierno por Andalucía buscando lugares donde se estuviera recogiendo la aceituna, o sobre los rumanos que viven en chabolas junto a los campos que cultivan, o sobre marroquíes y latinoamericanos que esperan a primera hora de la mañana, en lugares “estipulados” de las grandes ciudades, la llegada de una furgoneta que les recoja para trabajar en la construcción, etc…
Aquí habría, como lo hubo en Estados Unidos, materia suficiente para escribir un libro y para producir una película. Pero no le pidas al cine español que deje de mirarse al ombligo, o que haga una crítica social del tiempo en el que gobierna el partido que les da de comer.
Lo que espero es que el relato del libro sea verdaderamente una historia pasada, y no estemos ante nuestra propia y próxima historia, jeje… porque si este país va a la quiebra, nos puede tocar emigrar. Viendo el cariz de los acontecimientos, no me parece algo imposible.
No me preocupa tanto la crisis como el camino que hemos tomado, que no es el camino de salida sino justamente el contrario, el camino que nos lleva directamente hacia el hoyo. A estas alturas está muy claro que el origen de la crisis actual no es otro que el endeudamiento excesivo; el crédito es útil –hasta imprescindible- para invertir (que no es lo mismo que gastar): me adelantas un dinero que no tengo, que te devolveré a medida que vaya ahorrando. Si pides un crédito tomando en consideración tu renta actual y la razonablemente prevista, de forma que su devolución dependa únicamente de tus ganancias y de tu capacidad de ahorro, no hay problema… sin embargo, se han estado pidiendo y concediendo créditos cuya devolución no se confiaba a la renta esperada, sino a la revalorización (supuesta, especulativa) de los activos adquiridos… y con la vista puesta no en la devolución del crédito, sino en la transmisión del activo revalorizado para realizar la plusvalía. Y así, el volumen de los créditos ha crecido hasta el momento en el que, de repente, la mente colectiva ha hecho “click” y se ha formulado la gran pregunta… ¿toda esta masa de deuda, se va a poder devolver algún día? En ese instante se han dejado de revalorizar los activos, y ha comenzado la crisis.
Este es el punto en el que nos encontramos. La gente estaba comprando pisos y coches carísimos a crédito, y las Administraciones Públicas estaban gastando cantidades ingentes de dinero. Vale, es cierto que nadie, ni la gente ni las Administraciones, había previsto la crisis. Ahora eso ya no importa, lo que interesa es encontrar una solución.
Si el problema es el exceso de deuda, es evidente que la única solución posible es reducirla. Y la deuda se reduce gastando menos, y ahorrando más. Pagando la que se pueda, y reconociendo la pérdida por la que no se pueda pagar.
Y ahora viene lo que me preocupa. Las economías domésticas y las empresas (el sector privado) han comprendido el problema y la solución sin ninguna dificultad (¡es que no es tan difícil!), y han cortado el gasto de forma radical. Es duro para quien tiene que asumir sacrificios y para la economía en general, pero es necesario… más que necesario, es inevitable. Sale hoy en el periódico la noticia de que, por primera vez en cincuenta años, se ha producido un incremento respecto al año anterior en la venta de legumbres, un alimento barato. Fijémonos ahora en el sector público... ¿qué está haciendo?... pues gastar de una forma absolutamente disparatada…¡están soplando como posesos dentro de la burbuja, intentando hincharla otra vez! .. que está pinchada, hombre, que está pinchada… la situación sería bastante cómica, de película de los hermanos Marx, si no fuese porque, en el proceso, están arruinando al país, quemando inútilmente lo poco que tenemos y lo poco que estemos ahorrando los ciudadanos de a pie…
Un ejemplo de lo que digo. Los Ayuntamientos españoles tienen una gigantesca deuda acumulada con sus proveedores de bienes y servicios, una cantidad monstruosa de dinero. Muchas empresas han ido a la quiebra por ese motivo. ¿No sería lógico empezar a pagar esa deuda? Pues no señor… se trata de trabajos ya realizados y, por tanto, ese pago “no luce”. De modo que el gobierno ha tenido una ideíca, que consiste en dar dinero a los Ayuntamientos (contra deuda pública del Estado) para que gasten más todavía, y así “relanzar la economía”… ¿Para qué se utiliza ese dinero?... pues aparte de para lo que sabemos todos, para cualquier otra tontería. En el caso de Madrid, el Alcalde –que lleva el derroche en los genes- ha decidido ejecutar (entre otras) una obra imprescindible, largamente deseada por los madrileños, una inversión productiva donde las haya: va a cambiar de ubicación la estatua de Colón… la estatua estuvo hace años en medio de la Castellana y la desplazaron cien metros, a una plaza adyacente, para favorecer la circulación… pues ahora irá de vuelta al centro de la Castellana... Cristóbal para arriba, Cristóbal para abajo… a ver si por lo menos le dejan señalando a América.
Mientras unos están ahorrando hasta en comida, los otros están gastando a manos llenas el dinero, empezando por el que ahorran los primeros…¡a gastar hombre, a gastar, que no se respire miseria…! ¡Y que se mueran los feos!
Ya me ha dado el ataque otra vez... ¿qué estaba diciendo? ah, sí, las uvas de ira… un buen libro.
4 comentarios:
Estimado Victor, siempre leo con atención e interés tus comentarios. El que haces al dejar tus impresiones sobre "Las uvas de la ira", concretamente sobre la crisis actual, ¿no crees que los causantes de ésta tienen nombre y apellidos? Yo entiendo que un terremoto o un huracán sean fenómenos, para nosotros, fortuitos, que no los podemos evitar y de los que solo podemos hacer una previsión, y no en todos los casos. La crisis, como bien dices, tiene su origen en la especulación. En el ansia irrefrenable de ganar dinero, y sólo dinero.
Te comprendo cuando criticas a Gallardón por querer ahora gastarse los dineros en cambiar la estatua de Colón. Pero yo prefiero que el Estado se gaste el dinero en eso antes que regalárselo a los especuladores y usureros financieros, los verdaderos culpables de este "crack".
Un cordial saludo.
Hola Civilis... me alegro de verte nuevamente por aquí.
Creo que todavía estamos demasiado metidos en la crisis como para dar una respuesta definitiva a la pregunta sobre sus causas, nos falta todavía algo de perspectiva histórica, así que cualquier cosa que se diga sobre este asunto está forzosamente sujeta a revisión...
Tú apuntas como causantes de la crisis a promotores inmobiliarios y banqueros... esa es la explicación de la crisis que se sostiene oficialmente, pero a mi no me convence.
Mi opinión es que la entrada en el euro nos abrió las puertas a la financiación internacional barata, y vaya si la hemos "aprovechado".. el sector de la construcción ha operado únicamente como el vehículo de entrada del dinero.. y es lógico que haya sido así, pues 1º existía de partida un déficit de viviendas, 2º no somos un país tecnológicamente avanzado y 3º el mercado era grande, pues todos queremos ser propietarios y no inquilinos.
Para poner en funcionamiento la máquina sólo faltaba la mano de obra barata y semi-esclava (y aquí me remito al libro objeto de la entrada), cuya llegada se ha facilitado todo lo posible -cuando no promovido- oficialmente.
De esta situación se ha aprovechado, en mayor o menor medida, todo el mundo: ciudadanos, promotores, bancos, y las Administraciones Públicas (que han estado percibiendo ingresos fabulosos por vía urbanística y tributaria, y además mantenían a los votantes contentos).
Los promotores y los bancos han tenido una participación destacada en esta vida por encima de nuestras posibilidades que hemos tenido en los últimos años, pero no les asignaría un culpa exclusiva; digamos que se ha montado una gran fiesta, y ellos han puesto el champán... ¡pero nadie nos obligaba a beber!.
¿Dónde está el dinero que falta? La inmensa mayoría no lo tienen ahorrado y escondido los promotores (algún listo habrá que sí, evidentemente), no va con su forma de ser... no son tan prudentes como para sacar dinero de un negocio boyante.. creo que ese dinero está a la vista, y se puede calcular con una sencilla cuenta de la vieja: multiplica 1 millón de viviendas terminadas sin vender, por 200.000 Euros/vivienda, y sólo ahí tienes un agujero de 200.000 millones de Euros (o 20% del PIB).
En cuanto a los Bancos... son los intermediarios entre el prestamista exterior y el españolito de a pie que se ha endeudado para comprarse la casa y el coche... el Estado no puede permitir que quiebren y dejen en la estacada a los prestamistas del exterior, porque entonces esos mismos prestamistas van a dejar de confiar en España y a dejar de comprar la deuda pública del Estado...y como el Estado sobrevive gracias a esa deuda (esa mala gestión no es culpa de promotores ni de banqueros), el día en que nos dejen de prestar se acabarán las pensiones y los servicios públicos.
Las Administraciones tienen que gastar menos de lo que recauden por vía tributaria, es así de simple. Tienen que evitar gastos superfluos y ahorrar para poder atender los servicios públicos imprescindibles... y si sobra el dinero, ya le daremos un paseo a Colón.. :)
Un cordial saludo.
Me parece que tus argumentos son de peso. Mas sin querer polemizar pero sí matizar y respecto a esto último que comentas sobre las Administraciones, que deben dedicarse a cubrir servicios públicos imprescindibles, habría que decidir cuáles son. Por ejemplo: transporte, comunicaciones, educacíón, sanidad, agua, gas, electricidad, etc. Esos servicios exigen no sólo gastar, sino también hacer grandes inversiones. Por lo que las Administraciones deben recurrir a los préstamos y, si se gestionan bien, no tiene por qué ser malo. Como bien dices, que la Administración pueda pagar sus deudas con lo que recauda.
¿Dónde se va el dinero? A lo peor es que el propio sistema se engaña a sí mismo cuando al comprar hoy un bien por 1000 euros lo contabiliza por ese valor. Y mañana, por las falsas espectativas creadas por el "mercado", lo contabiliza por 2000. En el ejemplo que empleas sobre las viviendas, éstas no valen 200.000 euros, valen mucho menos. No se debe utilizar el valor del mercado, que es el que lo emborrona todo.
Repartes la culpa de la crisis a todo el personal. Yo, desde luego, no lo soy (como otros tantos millones de personas), viviendo a cambio de una nómina y, nunca, por encima de mis posiblidades. Como siempre, la culpa es de quien obra con mala fe, jugando con la necesidad y con la ignorancia de la gente. Estos indeseables, ni sufren la crisis ni irán a la cárcel por provocarla.
Un cordial saludo para tí y otro a Colón (vamos a dejarlo donde está, ¿no te parece?)
Como anfitrión de este animado debate, te dejaré la última palabra...
Sólo quiero aclarar, en relación con mis propias manifestaciones, que soy consciente de estar generalizando injustamente cuando me refiero a "los españoles"... es sólo una forma de hablar, por supuesto que no creo en las responsabilidades colectivas, cada uno es responsable de lo que hace, no de lo que hace su vecino..
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