
El monumento que más me gustó en Estambul fue, sin duda, la Basílica de Santa Sofía. Aquí arriba podéis ver el mosaico que decora el pórtico de entrada.
El edificio se construyó entre los años 532 y 537 de nuestra era. De los insólitos acontecimientos que dieron lugar a su construcción hablaba en esta entrada.
La basílica se usó como iglesia (ortodoxa griega) hasta que los turcos ocuparon la ciudad en 1453. A partir de entonces se pasó a utilizar como mezquita hasta el año 1935, fecha en la que fue convertida en Museo. Durante su época de mezquita, se construyeron los cuatro minaretes que la rodean.
Es un edificio que sorprende, en primer lugar, por su descomunal tamaño, teniendo en cuenta que fue construida en el siglo sexto.
En España podemos encontrar catedrales góticas muy grandes, pero se construyeron siete u ocho siglos después. En la época en que se edificó la Basílica de Santa Sofía, se encontraban los visigodos en España levantando las típicas iglesias románicas, encantadoras pero diminutas, como ésta de la foto (San Juan de Baños, del año 661):
Desde el exterior Santa Sofía no parece tan grande, por su forma pesada y achaparrada. Sólo los minaretes le dan un aspecto más esbelto:

Pero en el interior la cosa cambia. No pude hacer ninguna foto completa del recinto porque no había forma de abarcarlo en una sola imagen, ni siquiera con el objetivo a 18mm.
A continuación, una foto de la cúpula principal tomada desde la planta baja (efectivamente, había allí plantado un andamio para obras de conservación), y otra tomada desde la planta superior (en la cual se puede apreciar la enormidad del lugar, por comparación con el tamaño de los humanos -cuya altura no será mucho menor que el pórtico de la iglesia de San Juan de Baños-):


Seguidamente, algunos detalles que me llamaron la atención en el interior. La luz penetrando en la basílica: