Hace ya varios meses me leí “Estambul”, de Orhan Pamuk. Quise comentar el libro entonces, como complemento a las entradas que he puesto (y seguiré poniendo) con fotos de esa misma ciudad, pero lo fui dejando… dejando… y ahora ya he olvidado gran parte de su contenido. Escribiré al menos las ideas esenciales que me dejó el libro, antes de que también éstas se me olviden.
No me pareció un libro que te pueda enganchar por si mismo si no te interesa particularmente la ciudad de Estambul. Por lo tanto, no se lo recomiendo a quien se encuentre en ese caso.
En cambio, si has estado en Estambul, o si planeas visitarla, resulta una lectura tremendamente aconsejable, pues te ayuda a entender la ciudad mucho mejor.
Y es que la descripción que se hace de la ciudad en el libro no coincide con lo que ven tus ojos de turista.
Como quiera que no puedes negar la pertinencia de la descripción que un estambulita como Pamuk realiza de la ciudad que ha habitado durante años, pero tampoco puedes obviar lo que ven tus ojos aunque sea en sólo cuatro días, constatas el peso del tiempo en la percepción de una realidad… el resultado tan distinto que producen la visión diacrónica de Pamuk, y la visión sincrónica del turista. Porque Pamuk ve el tiempo, y el turista no.
¿Qué ve el turista? Una ciudad luminosa, llena de colorido en sus tiendas y mercados, rodeada por el azul del cielo y el azul de ese mar tan visible desde muchos puntos de la ciudad.
Pamuk, en cambio, siente que Estambul es una ciudad blanca y negra. No recuerdo exactamente por qué motivo la ve así, pero sí que era una sensación adquirida en la infancia y nunca perdida.
¿Qué ambiente percibe el turista en la ciudad? Alboroto, prisas, estrés… pero también un punto de alegría.
Pamuk, por el contrario, nos dice que la palabra que mejor define a Estambul es “amargura”. Y lo dice porque ha sido testigo de cómo, a lo largo del tiempo, la ciudad iba perdiendo rasgos que él estimaba esenciales en ella, imprescindibles.. como, por ejemplo, los antiguos edificios de madera, quemados y sustituidos por construcciones de hormigón de pésima calidad y peor estética.
El turista ve lo que hay (lo que queda), y le gusta. Pamuk piensa en lo que había, y se le cae el alma a los pies.
En cuanto relato del sentimiento de pérdida de una ciudad (o de un país), de lo que algo pudo ser y no ha sido, el contenido del libro sí resulta extrapolable más allá de Estambul, a otras tristes realidades.
4 comentarios:
Toc, toc... que yo de momento no tengo pensado ir. Pero que esta entrada, sin comentario alguno... como que está desangelá'. Ale... y'astá.
jeje, eres una santa.. :-)
¿Cómo que Santa si Doña Paca decía que Virgen?... ¿Ya se me ha degradado en la escala y yo sin entererame? je, je.
Se acepta la moción, pasas a ser la Virgen de los Remedios (de las entradas desangeladas)
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