Quiero que conste mi completo desacuerdo con el contenido de la entrada anterior.
La suspensión de procesiones por causa de la lluvia no revela –como pretende esa entrada infumable- una supuesta falta de practicidad de los devotos (o, generalizando, del pueblo español en su conjunto); sino, por el contrario, el acusado sentido práctico de unos y de otros.
Las evidencias demuestran que las procesiones no constituyen un acto religioso, sino un acto social.
Si se tratase de un acto religioso, las procesiones no se suspenderían por un pequeño inconveniente natural como es la lluvia; igual que no se suspenden las misas de los domingos, ni la obligación de asistir a ellas, cuando llueve.
La procesión es, pues, un acto social; un acto que presenta una característica singular: no tiene por objeto la exaltación del mensaje, sino de los mensajeros.
Si tuvieran por objeto el mensaje, las procesiones no se suspenderían por un pequeño inconveniente natural como es la lluvia, igual que no se suspende una manifestación política -o de cualquier otra índole-, sólo porque llueva. Uno va con paraguas, y se aguanta.
Pero ocurre que la procesión es un acto social que tiene por finalidad esencial la marcha ordenada y solemne de sus asistentes, del pueblo (humano) engalanado que pretende ver y ser visto.
Así las cosas, resulta manifiestamente absurdo realizar una procesión bajo la lluvia, con todas las buenas gentes del lugar ocultando sus ropas más destacadas bajo abrigos muy parecidos, y escondiendo sus caras bajo los paraguas.
Si algo es absurdo, lo práctico es prohibirlo. Y la forma más sencilla y práctica de prohibir procesionar bajo la lluvia, no es otra que contar con una talla de madera policromada del año catapún, que no se pueda mojar, ni tampoco meter bajo una campana de metacrilato para no alejarla del pueblo.
Esta práctica solución proporciona, además, un efecto positivo de naturaleza emocional: la talla se convierte en una eficaz protectora de los fieles, como corresponde a toda divinidad.
6 comentarios:
Las evidencias demuestran que las procesiones no constituyen un acto religioso, sino un acto social.
Y tan social! en los actos religiosos no se comen pipas a destajo! De ahí parte del cabreo descomunal! (Imagínate no poder ver el traje de fulanita de arriba abajo mientras la pongo a caldo comiendo pipas sin parar cual cotorra) :)
Gran artículo. Coincido plenamente contigo... voy a quitarme el sombrero!
Creo que has dado en el clavo!
Buena observación, Paralelo49... ¿ande s'ha visto comer pipas en una boda, bautizo, funeral, y semejantes?
jeje, la expresión cual cotorra vale tanto para poner a caldo, como para comiendo pipas.. ahí has estado verdaderamente ahorrativa y habilidosa :-)
Muchas gracias Mr. Crow. Lo tuyo sí que son artículos, y no los míos. Un abrazo
Sí Clara, en la entrada anterior me di en el dedo.. :-)
Besos
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