domingo, 7 de julio de 2013

Parque Nacional de Timanfaya


El Parque Nacional de Timanfaya, en Lanzarote, abarca la parte de la isla que se vio directamente afectada por la gran erupción volcánica que tuvo lugar en el s. XVIII. Esta erupción se prolongó durante nada menos que seis años (1730-1736), y dejó como legado un brutal paisaje volcánico.

Se conserva un relato contemporáneo de los acontecimientos realizado por Lorenzo Curbelo, el cura del cercano pueblo de Yaiza. El manuscrito original se perdió, pero su contenido se ha conservado gracias a una traducción del texto que hizo un geólogo alemán (Leopold von Buch) a principios del s. XIX.

Según este texto, el comienzo de la erupción fue así:

"El 1 de septiembre de 1730, entre 9 y 10 de la noche, se abrió de pronto la tierra a dos leguas de Yaiza, cerca de Chimanfaya. Desde la primera noche se formó una montaña de considerable altura de la que salieron llamas que estuvieron ardiendo durante diecinueve días seguidos. Pocos días después se abrió una nueva sima, y una arrolladora corriente de lava procedente de ella se precipitó sobre Chimanfaya, sobre Rodeo y sobre una parte de Mancha Blanca. La lava corrió sobre los pueblos hacia el N, primero rápida como el agua, pero después con más dificultad, despacio como la miel. Pero el 17 de septiembre se levantó con un ruido atronador una gran roca surgida de las profundidades de la tierra que obligó a la corriente de lava a dirigirse hacia el NO y ONO en lugar de seguir hacia el N. La lava alcanzó entonces con mayor velocidad los pueblos de Macetas y Santa Catalina, situados en el valle, a los que destruyó. El 11 de septiembre se renovó la fuerza de la corriente de lava. De Santa Catalina cayó sobre Maso, quemó y cubrió totalmente la aldea y se precipitó luego como una catarata de fuego en el mar con un ruido horrible durante ocho días seguidos. Los peces flotaban muertos en cantidad indescriptible sobre la superficie de las aguas o eran arrojados a la orilla moribundos. Luego todo se calmó y la destructiva erupción pareció haber terminado..."

Volviendo al Parque Nacional actual, éste se puede atravesar en coche por un carretera que lo cruza de punta a punta. Y en esa carretera interior existen tres puntos donde puede uno dejar el coche en un parking y realizar una visita. Por orden de menor a mayor interés, las visitas son las siguientes:

1º.- El Echadero de los Camellos. En este punto te puedes subir a un dromedario y dar una pequeña vuelta. Puede ser un buen plan para quien vaya con niños, pero de otro modo no le veo excesivo interés. En cualquier caso, no se pierde mucho tiempo por parar a ver de cerca los animales, pues las caravanas de estos camellos que son dromedarios, salen desde el parking.


2º.- El Centro de interpretación de Mancha Blanca. Muy cerca de la entrada al Parque por el norte se encuentra este pequeño museo, donde te cuentan la historia del lugar y aprendes cosas sobre vulcanología. Nosotros lo visitamos muy rápido, quizás demasiado, porque queríamos llegar temprano a la visita de la que hablaré seguidamente para evitar colas. Pero me pareció que valía la pena.

Por una puerta algo escondida de este Centro, se sale al exterior y se accede a una pasarela de madera instalada sobre el mar de lava. Desde la rampa, la lava aparece como una superficie agresiva y absolutamente impracticable.





3º.- Las Montañas del Fuego. Este es el punto de verdadero interés. Para llegar a este lugar, te tienes que desviar de la carretera interior del Parque (te cobran entrada en una caseta situada en el propio desvío), y circular durante unos pocos kilómetros hasta llegar a un edificio situado en lo alto de una colina. Este edificio también es de Manrique. Allí dejas el coche, y te guían hacia unos autobuses que son los que realizan el recorrido turístico. A medida que se van llenando van saliendo.

La erupción no fue obra de un gran y solitario volcán, sino de numerosos pequeños volcanes. Los autobuses recorren esa zona central del Parque, deteniéndose en los puntos más relevantes del camino para que los turistas vayan viendo el paisaje y sacando sus fotos. El territorio es insólito, no tiene nada que ver con todo lo que haya visto uno antes. Por momentos te sientes sobre la superficie de otro planeta.

La única pega que se le puede poner a la visita es que los autobuses se caen de viejos.. recuerdan a los autobuses de saldillo que destinaban hace años a las rutas escolares. Sobre todo, me parece un fallo que no sean autobuses abiertos -como esos buses turísticos que se pueden ver en cualquier ciudad del mundo-, y más siendo Lanzarote un lugar donde apenas llueve y hace siempre muy buena temperatura. Tal como se dice ahora, la experiencia del usuario sería mucho más satisfactoria si pudiese disfrutar del mar de lava al aire libre.

Las cinco fotos que siguen están tomadas desde el autobús. En la primera de ellas, se puede ver en primer plano un surtidor de lava, y al fondo el mar. En la segunda foto, tenemos al fondo el pueblo de Yaiza. En la tercera, vemos un bucle del recorrido que sigue el autobús en medio del ambiente lunar (¡o marciano!). En la cuarta fotos, uno de los volcanes. Y en la quinta y última foto podemos ver, arriba a la izquierda, el edificio de Manrique desde el cual parten los autobuses que hacen esta visita.









En el edificio principal hay un restaurante con vistas, y un par de cosas curiosas de ver. Se nota que el vulcanismo del lugar sigue latente por el calor que emana de la tierra cerca de la superficie. Junto al restaurante, han excavado un pozo de unos cinco o seis metros de profundidad, de cuyo interior sale un calor notable. Al asomarte al pozo sientes en la cara un calor semejante al que notas en casa cuando abres el horno encendido. En la boca del pozo han instalado una parrilla, y sobre ella cocinan la carne que sirven en el restaurante mientras los turistas se la miran con ojos ansiosos.





Con ser gracioso el horno natural, no deja de parecerme un poco cochinada. Entre los metales pesados que vendrán del centro de la tierra, y las miasmas procedentes de los turistas, algún comensal puede acabar mu malamente.

Finalizo la serie de fotos con una imagen tomada fuera del Parque propiamente dicho -aunque muy cerca del mismo-, en la cual podemos apreciar la confluencia de lava y mar. Es un lugar llamado "El Hervidero", donde lo enrevesado de la línea de costa y las numerosas cuevas allí originadas, provocan un espectáculo de espuma en los días de temporal. Me lo puedo imaginar, porque verlo, lo que se dice verlo, nada de nada... el día que fuimos el mar era una balsa.



Y termino la entrada con un par de vídeos, ¡para que haya un poco de movimiento! El primer vídeo está tomado desde el autobús. Olvidé mencionar que te van "amenizando" el trayecto con explicaciones grabadas en diversos idiomas, y con una música tremendista. El Rex Tremendae del Requiem de Morzart, concretamente..



Y en el segundo vídeo sale una pequeña atracción que organizan para los turistas. Detrás, una pequeña parte del edificio principal del complejo.



¡Se acabó el paseo lunático!

4 comentarios:

Myriam dijo...

Víctor, como siempre ha estado bien interesante este viaje tuyo a Lanzarote.

Definitivamente si parece un paisaje marciano y se ve que en medio de todo ese suelo basáltica debe estar bien complicado que crezca algo verde.

De lo mejor que muestras es el horno natural. No sé si decir que comparto eso de que quizá la comida se contamine de algún mineral extraño. Te comentaré que en la comida prehispánica aún preparada hasta estos días, es muy común hacer hoyos en la tierra, meter piedras calientes y encima poner la carne y luego enterrarlo todo por horas hasta que queda bien cocida la carne.

Otro ejemplo aún más extremo es una comida que se hace en Oaxaca, México que es una sopa a la cual más bien se le mete la piedra casi al rojo vivo (no, no tanto) al mismísimo plato y eso termina de cocinar el platillo. Claro, la piedra no se come y se tiene que regresar junto con el plato a la señora de la cocina jeje.

Bueno, y ya para finalizar, me gustó mucho el primer video que pusiste, el paisaje está increíble aunque yo en mi vida hubiera adivinado que el fondo era el "El Rex Tremendae del Requiem de Morzart", ya sabes que la música clásica no es mi fuerte :) aunque seguro que cuando se paseé por aquí Roberto hasta nos dará santo y seña de la mencionada cancioncilla :)

Bueno querido Victorcito, como siempre un gusto que nos lleves a pasear contigo a través de tus fotos y relatos. Un beso.

Víctor dijo...

He visto (o leído, o escuchado...) lo que cuentas sobre enterrar los alimentos en un hoyo para que allí se hagan al calor. Creo que otras culturas en África y Asia utilizan el mismo sistema. ¡Seguro que sale la comida riquísima! Como vivo en un apartamento, lo tengo un poco complicado para cavar hoyos.. pero la idea de la piedra en la sopa para mantenerla caliente me parece muy interesante, y fácilmente realizable.

Espero que Roberto no haya leído tu comentario, jaja, porque llamar "cancioncilla" al Rex Tremendae, me parece un sacrilegio.. Roberto es más bachiano que mozartiano, pero aún así no creo que se adhiera a esa "expresioncilla" tuya. :-DD

Besos






Roberto dijo...

Ja ja ja. Pues sí, soy más bachiano que mozartiano. Pero algunas cancioncillas de Mozart me encantan: la "Pequeña Música Nocturna" por ejemplo.

Abrazo.

Víctor dijo...

jajajaja.. ¿eso ha sido una pequeña maldad, o es que soy un malpensado? Yo soy más de Mozart, pero no dejo de reconocer que Bach tiene también algún conciertillo afortunado.. :-DD

Un abrazo