Vi ayer en el blog de Civilis la foto de un cardenal que me recordó este cuadro que comento hoy aquí, uno de mis favoritos: el retrato que le hizo Velázquez al Papa Inocencio X. Es uno de los pocos cuadros de Velázquez que no están expuestos en el Museo del Prado, por lo que en España no es de los más conocidos.
Pienso que la diferencia entre un buen pintor y un auténtico genio (como lo era Velázquez), estriba en que el primero es capaz de reflejar perfectamente la realidad material, y el segundo puede, además, pintar la realidad inmaterial. O, dicho de otro modo, el genio es capaz de descubrir en la materia los tenues indicios de lo inmaterial, y trasladarlos después al cuadro para que, dentro de éste e igualmente invisibles a los ojos comunes, cumplan su función de transmitir lo que carece de sustancia material. El genio hace el pequeño milagro de asir lo inasible. Me refiero a aspectos tales como la luz, los reflejos, el movimiento, los pensamientos de un personaje, o el mismísimo aire…
En el caso de este cuadro, el retrato no se limita a las facciones del personaje, sino que abarca también su actitud psicológica. Según cuenta la historia, el Papa no estaba muy convencido de dejarse pintar por Velázquez; y esa actitud de desconfianza, de duda, de prevención, que sentía el personaje el día en que tomó asiento para que le hicieran el retrato, ha quedado estampada para la posteridad en el cuadro de Velázquez. Al ver el cuadro terminado, el Papa quedó desconcertado y exclamó: “Troppo vero”. Efectivamente, demasiado veraz.

2 comentarios:
Pues si que refleja realismo el retrato. Yo no lo conocía pero tienes buen gusto para el arte.
A ver que dia nos platicas más sobre el Museo del Prado.
Por cierto, ahi te va otro :P
No me tienen tan contenta :)
"No las tenia totas" como diria mi madre catalana, si viera la cara de este Inocencio!
Publicar un comentario