Según el contador, este blog acaba de cumplir sus 10.000 primeras visitas.
No me había planteado hacer nada especial por este motivo, pues no soy muy proclive a las celebraciones. Pero tras pensar en ello –motivado por el comentario que hace Roberto en su blog-, he recapacitado.
Tengo configurado el contador de forma que no compute las visitas que hago desde mi propio ordenador, por lo que la responsabilidad sobre ese “10.000” recae exclusivamente en vosotros.
Quiero, por lo tanto, dar las gracias a todos los lectores que habéis pasado alguna vez por aquí; y, muy especialmente, agradezco las visitas y comentarios de los lectores habituales, por el interés que demostráis al seguir este blog.
Sospecho (porque a mí me pasa con vosotros), que vuestro motivo para entrar en el blog ya no es tanto leer un texto, escuchar una música, o ver una foto, sino visitar a un amigo en su casa y, aunque sea muy rápidamente, comprobar cómo le va a él y a otros amigos comunes que hayan pasado por allí.
Aprovecho para deciros que mañana nos vamos a Santander a pasar el fin de año, al igual que hicimos el año pasado. Así que, por si estoy estos días desconectado, os deseo a todos una buena Nochevieja y, naturalmente, un feliz año 2010.
Hace un par de semanas estuvimos en Turín, Italia. Antes de que surjan las malas lenguas (desde, pongamos por ejemplo, el lejano México) repitiendo el viejo infundio de que un servidor se pasa la vida de vacaciones, aclararé que se trató de un viaje de trabajo… si bien lo hice coincidir con un fin de semana, para poder pasar un día libre por allí (“por esos rumbos”, como dirían las malas lenguas) con mi señora esposa.
Está bien eso de comprobar uno con sus propios ojos las realidades de las que antes sólo ha oído hablar. Por lo general, te obliga a modificar algunas ideas preconcebidas.
En el caso de Italia, se suele decir que existe una gran diferencia entre la zona norte (Turín, Milán, Venecia, etc.), que sería semejante a los países de Centroeuropa (desarrollados, ricos, limpios, disciplinados…), y la zona sur (Nápoles, Sicilia, etc.), que se parecería a los países del sur de Europa (España, Portugal, Grecia), subdesarrollados, pobres, sucios y caóticos. Esa, al menos, es la teoría.
Pero, para mi sorpresa, he descubierto que, al menos en apariencia y sin investigación estadística de ningún tipo, Turín no juega en una liga superior a Madrid.
Nunca comparo los lugares que visito con mi lugar de residencia, al menos mientras estoy en pleno viaje. Más bien tiendo a olvidarme completamente de mi casa y de mis costumbres, y a integrarme voluntariamente en la realidad local.. ¿que se cena a las 6? pues ceno a las 6 sin protestar; ¿que se desayunan hormigas fritas? pues me las desayuno encantado; ¿que te cambian a la mujer por dos camellos? pues… bueno, eso habría que verlo más despacio.
Creo que la gracia de viajar estriba en conocer otras realidades por si mismas, y no en función de tu propia realidad cotidiana; a la vuelta, una vez que has conocido esos otros mundos, puedes realizar todas las comparaciones que quieras. Tomarte la molestia de viajar a cualquier lugar para, una vez allí, ir comparándolo todo con tu casa permanentemente, o pretendiendo ajustar la realidad ajena a la tuya, me parece una pérdida de tiempo… para eso ¿no es más lógico y barato quedarse uno en su casita?
Este pequeño rollo viene a cuento de que, justamente, voy a realizar en esta entrada una comparación entre Turín y Madrid, jeje… pero lo hago, que conste, en beneficio una idea superior, como es la conveniencia de poner en duda todo lo que oigamos sobre los sitios hasta que no los hayamos visto con nuestros propios ojos.
Ya vendrá, por supuesto, alguna entrada con fotos para contar todo lo bueno que tiene Turín, que es mucho. Pero ahora toca hacer un repaso de lo malo.
En ausencia de fotos, voy a ambientar esta entrada con un video terrorífico, incalificable, de una mítica canción italiana que casi es su himno nacional: “Azzurro”, de Adriano Celentano. Había escuchado la canción antes muchas veces, pero nunca la había visto en video… acabo de verla ahora mismo por primera vez en mi vida, al buscarla en youtube para ponerla aquí… y se me han quedado los ojos del revés, especialmente al ver la representación de “il treno”…¡tela marinera!
Repuesto del shock, comienzo el repaso:
1º.- Ya en el trayecto desde el aeropuerto hasta el hotel (que hicimos en un Fiat Panda alquilado) pude advertir la escasa disciplina al volante de los turineses: gente saltándose los semáforos, invadiendo el carril-bus, haciendo giros prohibidos en los cruces… no digo que eso en Madrid no pase, pero no es tan generalizado, desde luego, como en Turín. Punto negativo.
(Al hilo de esto, os contaré una anécdota divertida. Hace unos pocos años estuvimos en Roma. En aquella ocasión, el trayecto desde el aeropuerto a la ciudad lo hicimos en un taxi. Ese pequeño viaje se convirtió en toda una experiencia. Al poco de ponerse en marcha, el taxista recibió la llamada de un compañero preguntándole por una dirección en Roma -según pudimos deducir de lo que escuchábamos-. Pues bien, el tipo se pasó un buen rato con la mano izquierda ocupada con el teléfono móvil, mientras que con la derecha pasaba las hojas de un callejero mugriento. De alguna forma, encontraba todavía forma de ejecutar en ocasiones, con alguna de sus manos, ese típico gesto que hacen los italianos al hablar -juntando todas las yemas de los dedos de una mano… ¿capisce?-. Y como cuarta actividad, completamente accesoria y residual, nos conducía hacia Roma a 140 kilómetros por hora y a 1 metro de distancia del vehículo precedente).
2º.- El transporte público no está bien organizado. Quisimos usarlo la noche del primer día, para no tener que coger el coche, y no hubo manera. No venden billetes a bordo de los autobuses o tranvías, sino que deben comprarse previamente en quioscos o papelerías… pero como los puntos de venta se encontraban ya cerrados, no pudimos comprarlos. Tampoco encontramos algo tan simple como una máquina de venta automática de billetes. Y los taxis no fueron alternativa real, pues eran prácticamente inexistentes. Otro punto para Madrid.
3º.- Fuera de lo que es el centro histórico, la ciudad parece más destartalada y sucia que Madrid. Se encuentra, además, mucho peor iluminada, por lo que de noche presenta un aspecto algo siniestro.
4º- El agua del grifo es infinitamente peor que la de Madrid. Sabe muy mal, y huele peor. Esto no tiene explicación posible, habida cuenta que Turín se encuentra apenas a 50 kilómetros de los Alpes, con nieves casi perpetuas.
5º.- Sospecho que hasta el carbón que usan para calentar los edificios es peor. En Madrid quedan todavía bastantes calderas de carbón (pese a encontrarse en proceso de sustitución), y uno de los olores que más me gustan de esta ciudad, si no el que más, es ese olor a carbón en las mañanas de invierno con niebla. En Turín había un olor parecido, pero distinto, más ácido, casi desagradable. No me extrañaría nada (es una mera hipótesis no contrastada, por supuesto) que el carbón que utilicen allí sea de peor calidad que el nuestro, que usen lignito en lugar de hulla o algo por el estilo.
Reconozco que el último factor citado entra más en el ámbito de las manías personales, pero el resto de puntos señalados afectan directamente a la calidad de vida de las personas.
Sobre todo me llamó la atención la indisciplina de la gente. Un amigo mío que vive en Roma desde hace muchos años me explicó una vez que el grado de corrupción política en Italia es enorme, incluso mayor que el que sufrimos nosotros; y que, como reacción, la gente trata de desarrollar su vida al margen del Estado en todo lo que le resulta posible (reacción que no voy a criticar, evidentemente). Esta actitud explica, en parte, el fenómeno “Berlusconi”; ese hombre no procede de la política, sino de la empresa privada - sociedad civil, y la gente le vota, haga lo que haga, porque tienden a verle como “uno de los suyos” que ha conseguido “colarse” en las entrañas del Estado, y no como uno de los odiados políticos que durante décadas (desde el fin de la última guerra) han estado expoliando los fondos públicos. Convendría que aquí fuesen tomando nota.
Y hasta aquí lo malo. Insisto en que, por lo demás, se pueden decir muchísimas cosas buenas de Turín y de Italia, y así lo haré en próximas entradas.
Os deseo a todos los lectores una Feliz Navidad, y que paséis estos días de la mejor forma posible dentro de lo que tengáis por costumbre.
Aquí os dejo un par de fotos de ambiente navideño (al menos, según concebimos ese ambiente en el hemisferio norte), tomadas el lunes pasado. La primera la hizo Clara con su teléfono móvil, y la segunda la hice yo con la cámara pequeñaja.
Parafraseando a los clásicos, “ahora que tenemos tiempo”… o al menos la tarde del domingo libre, tenía la intención de escribir tres entraditas, una para cada blog. Peeeeeeero mi ordenador principal ha colapsado (está claro que no puedes fiarte de un montón de tuercas), y mis planes se han visto trastocados. Quizás algún lector experto en informática me pueda aconsejar qué hacer: al encender el ordenador, comienza a sonar un pitido intermitente que sale de no se sabe dónde, mientras la pantalla permanece negra como el betún.. ¿eso es malo? ¿debo preocuparme por mis datos? ¿cuál es el mejor lugar para pegar patada, la CPU o la pantalla? ¿le tiro, sin más, por la ventana?
En fin, ya me ocuparé de ese pequeño inconveniente más adelante.. es difícil arrancarme una idea de la cabeza una vez que ya me ha entrado, y pienso escribir una entrada a toda costa, aunque sea desde el microooooordenata.
Esta entrada debía versar sobre un viaje que hicimos el fin de semana pasado, pero dado que me he quedado (¡espero que transitoriamente!) sin las fotos que pensaba incluir, hablaré de lo que hemos hecho… hoy.
Esta mañana hacía un frío respetable. El gadget que tengo arriba a la derecha marcaba la cifra más baja que recuerdo haber visto en el año y medio que hace desde que tengo el blog: -7 grados a las 9 de la mañana. Aun así, nos hemos acercado al centro a comprar algunos regalos navideños. Hacía un día soleado, con el típico cielo azul intenso que tenemos en Madrid cuando el aire se lleva la boina de contaminación (el cielo “velazqueño”, que lo llaman).
Pese a la crisis (y a que probablemente siguiéramos bajo cero a mediodía) la calle se encontraba atestada de gente comprando. Hemos entrado en el mercado de San Miguel con intención de comer allí (algún día tengo que hablar de este mercado, y de algún otro por esos mundos que responde a la misma idea), pero lo único que podías comerte era el codo de alguien, así que hemos acabado zampándonos un cocido en una sucursal de la Taberna de La Daniela que han abierto en la calle de los mesones.
Terminado el cocido, hemos hecho nuestras compras y nos hemos venido a casa. Tenía la intención de escribir tres entraditas, una para cada blog, peeeeeeeero mi ordenador principal ha colapsado…. (si alguien quiere experimentar la increíble sensación de ser TAN TONTO como mi ordenador, podría volver ahora mismo al principio de esta entrada y, entrando en bucle, releerla infinitamente sin hacer caso a nada y a nadie más).
Ah, se me ha roto el gadget de los comentarios recientes y no consigo arreglarlo, esa es otra…
La isla de St. Maarten se encuentra en las Antillas holandesas, en el Caribe. Tiene una pista de aterrizaje, que debe ser bastante corta. En la cabecera de la pista existe una playa, que está abierta al público.
Por la red circulan correos electrónicos con videos, tomados por los bañistas, que muestran el aterrizaje de aviones de gran tamaño en esa pista (Jumbos de la KLM que, presumiblemente, llegan directamente desde Holanda).
A mí ya me han llegado varios de esos correos. Supongo, por tanto, que mis lectores –avezados internautas- los habrán recibido también. Pero como son videos siempre curiosos de ver, aunque sea una vez más, aquí los pongo.
Los dos primeros están tomados desde la playa, y el tercero desde la cabina de un avión.
Aquí vienen unas cuantas fotos de Barcelona, tomadas este pasado fin de semana.
Para empezar, una vista desde el cielo:
A continuación, la Barcelona modernista:
1º. Casa Amatller (izquierda) y Casa Batlló (derecha) 2º. Paseo de Gracia 3º. Farola adragonada y balcón aparaguado. Más surrealismo que modernismo.
Seguidamente, las Ramblas:
1º. Vista general. 2º. Uno de los que se ganan la vida haciendo la estatua.
Una vuelta por el Barrio Gótico:
1º. La marabunta frente a la catedral. Todo el mundo comprando caganers en el mercado de Santa Lucía. Las torres que se ven a la derecha son restos de la muralla romana. 2º. Una calle detrás de la catedral. 3º. La Plaza del Rey. 4º. La iglesia de Santa María del Mar. Una de las escasas iglesias góticas que he visto en España sin el coro barroco rompiendo la perspectiva de la nave principal. 5º. Mercado de productos típicos, frente a la iglesia de Santa María del Pi.
Hasta llegar al mar:
1º. El puerto interior, con sus barquitos de recreo, sus paseantes y sus músicos. 2º. La playa. La gente esperando el verano, salvo un par de irreductibles…
Y para finalizar, la Estación de Francia, una estación término ¡en curva!:
Y hasta aquí hem arribat. Se trata de una selección de imágenes perfectamente arbitraria y caprichosa, pues la gran ciudad que es Barcelona ofrece cientos de vistas iguales o mejores que éstas. Otro día más, Tomás.
El monumento que más me gustó en Estambul fue, sin duda, la Basílica de Santa Sofía. Aquí arriba podéis ver el mosaico que decora el pórtico de entrada.
El edificio se construyó entre los años 532 y 537 de nuestra era. De los insólitos acontecimientos que dieron lugar a su construcción hablaba en esta entrada.
La basílica se usó como iglesia (ortodoxa griega) hasta que los turcos ocuparon la ciudad en 1453. A partir de entonces se pasó a utilizar como mezquita hasta el año 1935, fecha en la que fue convertida en Museo. Durante su época de mezquita, se construyeron los cuatro minaretes que la rodean.
Es un edificio que sorprende, en primer lugar, por su descomunal tamaño, teniendo en cuenta que fue construida en el siglo sexto.
En España podemos encontrar catedrales góticas muy grandes, pero se construyeron siete u ocho siglos después. En la época en que se edificó la Basílica de Santa Sofía, se encontraban los visigodos en España levantando las típicas iglesias románicas, encantadoras pero diminutas, como ésta de la foto (San Juan de Baños, del año 661):
Desde el exterior Santa Sofía no parece tan grande, por su forma pesada y achaparrada. Sólo los minaretes le dan un aspecto más esbelto:
Pero en el interior la cosa cambia. No pude hacer ninguna foto completa del recinto porque no había forma de abarcarlo en una sola imagen, ni siquiera con el objetivo a 18mm.
A continuación, una foto de la cúpula principal tomada desde la planta baja (efectivamente, había allí plantado un andamio para obras de conservación), y otra tomada desde la planta superior (en la cual se puede apreciar la enormidad del lugar, por comparación con el tamaño de los humanos -cuya altura no será mucho menor que el pórtico de la iglesia de San Juan de Baños-):
Seguidamente, algunos detalles que me llamaron la atención en el interior. La luz penetrando en la basílica:
Los mosaicos originales, bastante bien conservados:
Y, finalmente, una gatita que por allí andaba, observando estupefacta el trajín de los humanos:
Le dedico a Myriam esta canción cantada por Alaska, una compatriota suya nacida en Ciudad de México (aunque lleva en España toda la vida).
El video tiene una calidad pésima, pero valga como documento histórico. La canción es del año 1982, de la época de "movida madrileña", de la cual constituye un buen ejemplo.
Visto el video con la perspectiva del tiempo, me chirría un poco la vestimenta punkie de los Pegamoides y el atuendo gótico (ejem...) de Alaska, con el sonido bailongo -al más puro estilo Toni Manero- de la música. Claramente, no cuadra.
En fin, así es como éramos... the way we weeeeeeeere
Aquí os pongo la canción más conocida del grupo Madness. Se la dedico a Leve, pues hace más de tres meses le prometí que así lo haría "en unos días", y además se preocupa de que no queden entradas desangeladas en este blog. Va por uhté maehtra..!
Voy a recomendar un sitio para salir de noche en Nueva York. Efectivamente, para sacarle partido a esta recomendación no hay más remedio que ir a la ciudad… pero aquí la dejo, por si algún lector tiene la oportunidad de hacer el viaje; que tampoco es un destino tan insólito.
El sitio se llama 230 Fifth. Está situado en el número 230 de la Quinta Avenida, a la altura de la calle 27. El local ocupa la última planta y la azotea de un edificio de 20 plantas, por lo que cuenta con una parte cerrada y con otra al aire libre. La zona interior no tiene mucho misterio, salvo unas vistas espectaculares tras sus grandes ventanales. Más gracia tiene la azotea, donde te puedes tomar una copa al aire libre, escuchando de fondo el rumor de la ciudad, y sintiendo en la cara la misma brisa que acaba de pegar en las paredes del Empire State… ese edificio tan conocido que tienes ¡ahí enfrente!
Ni siquiera puede considerarse un sitio "exclusivo", o muy caro. En cuanto a lo primero, si bien se nota que el lugar tiene ciertas pretensiones, no me pareció que fuesen demasiado rigurosos con la vestimenta, aunque sí es verdad que las chicas iban más bien arregladas; recomiendo por lo tanto (sobre todo a ellas) no plantarse en la puerta del local con la misma ropa de turista con la que has estado todo el día recorriendo la ciudad.
Y por lo que se refiere al coste, a mí me pareció incluso barato si nos atenemos a la relación calidad-precio; especialmente si lo comparamos con lo que tenemos en Madrid, donde te pueden cobrar 10 Euros por una copa en cualquier antro asqueroso de mala muerte. En este sitio que comento no cobran entrada, y las copas costaban alrededor de 15 dólares (equivalentes a esos mismos 10 Euros), pero en lugar de confinarte en una ratonera oscura sin salidas de emergencia, te ofrecen vistas directas al Empire State. Mismo precio, mejor servicio.
Hace ya varios meses me leí “Estambul”, de Orhan Pamuk. Quise comentar el libro entonces, como complemento a las entradas que he puesto (y seguiré poniendo) con fotos de esa misma ciudad, pero lo fui dejando… dejando… y ahora ya he olvidado gran parte de su contenido. Escribiré al menos las ideas esenciales que me dejó el libro, antes de que también éstas se me olviden.
No me pareció un libro que te pueda enganchar por si mismo si no te interesa particularmente la ciudad de Estambul. Por lo tanto, no se lo recomiendo a quien se encuentre en ese caso.
En cambio, si has estado en Estambul, o si planeas visitarla, resulta una lectura tremendamente aconsejable, pues te ayuda a entender la ciudad mucho mejor.
Y es que la descripción que se hace de la ciudad en el libro no coincide con lo que ven tus ojos de turista.
Como quiera que no puedes negar la pertinencia de la descripción que un estambulita como Pamuk realiza de la ciudad que ha habitado durante años, pero tampoco puedes obviar lo que ven tus ojos aunque sea en sólo cuatro días, constatas el peso del tiempo en la percepción de una realidad… el resultado tan distinto que producen la visión diacrónica de Pamuk, y la visión sincrónica del turista. Porque Pamuk ve el tiempo, y el turista no.
¿Qué ve el turista? Una ciudad luminosa, llena de colorido en sus tiendas y mercados, rodeada por el azul del cielo y el azul de ese mar tan visible desde muchos puntos de la ciudad.
Pamuk, en cambio, siente que Estambul es una ciudad blanca y negra. No recuerdo exactamente por qué motivo la ve así, pero sí que era una sensación adquirida en la infancia y nunca perdida.
¿Qué ambiente percibe el turista en la ciudad? Alboroto, prisas, estrés… pero también un punto de alegría.
Pamuk, por el contrario, nos dice que la palabra que mejor define a Estambul es “amargura”. Y lo dice porque ha sido testigo de cómo, a lo largo del tiempo, la ciudad iba perdiendo rasgos que él estimaba esenciales en ella, imprescindibles.. como, por ejemplo, los antiguos edificios de madera, quemados y sustituidos por construcciones de hormigón de pésima calidad y peor estética.
El turista ve lo que hay (lo que queda), y le gusta. Pamuk piensa en lo que había, y se le cae el alma a los pies.
En cuanto relato del sentimiento de pérdida de una ciudad (o de un país), de lo que algo pudo ser y no ha sido, el contenido del libro sí resulta extrapolable más allá de Estambul, a otras tristes realidades.
Aquí viene mi intrépido reportaje (a lo Félix Rodríguez de la Fuente) sobre la fauna que nos encontramos paseando por los bosques de Valsaín. Pongo las fotos en el mismo orden en el que se nos aparecieron los animales.
Para empezar, vimos una perdiz. Estuvo un rato correteando por campo abierto delante de nuestras narices; en cuanto saqué la cámara se debió pensar (la muy cegata) que sacaba una escopeta, porque inmediatamente se ocultó tras un matojo (momento en el que tomé la foto) y acto seguido echó a volar:
Seguidamente empezó a trazar círculos sobre nuestras cabezas un buitre negro (no sé si nos vería mala cara, o qué):
A continuación nos encontramos una ardilla. Se notaba que no estaba muy acostumbrada a los humanos (como las de los parques), porque se escapó enseguida. No obstante conseguí hacerle una buena foto, que pongo aquí por duplicado (a tamaño natural y ampliada, para que se vea bien tanto el entorno, como al propio animal y la piña que se estaba comiendo):
Esto es un cuervo:
También vimos un pájaro carpintero, perteneciente a la subespecie que vive por aquí (Dendrocopus major hispanus), de color muy distinto al ejemplar que fotografió Roberto Vieytes. Éste se parece más al pájaro loco de los dibujos animados, por el penacho de plumas rojas que adorna su cabeza.
Y finalmente, nos cruzamos con una feroz mariquita:
Hace ahora justo un año (¡un año ya!) colgué una entrada a la que llamé “Otoño en Berlín”. Parafraseando aquel título, cuelgo hoy esta otra entrada, de contenido mucho más local pero no mucho menos bonito.
Las fotos están tomadas el sábado pasado en la sierra de Madrid. Con el nombre de “sierra de Madrid” se designan comúnmente (en Madrid) unas montañas situadas a unos 50 Km al norte de la ciudad, que separan la Comunidad de Madrid de las provincias de Ávila y Segovia.
Por varias razones, la sierra constituye un destino habitual para muchos madrileños: es fácilmente accesible por carretera o tren; es sencillo caminar por ella, pues existen numerosos caminos ¡hasta una calzada romana!; se puede hacer montañismo sin jugarse la vida (para que os hagáis una idea, al pico más alto -Peñalara, de 2.400 metros- se puede subir y bajar sin problemas en una mañana; la primera vez que lo subí fue con 10 años, en una excursión del colegio); cuenta con unas pequeñas pistas de esquí en invierno; y hay muchos pueblos en la zona donde se puede comer.
Nosotros solemos ir a la zona de Valsaín y La Granja, en la vertiente segoviana. Os enseñaré el lugar con algunas fotos. Esta primera que pongo a continuación está tomada subiendo por el lado de Madrid. En ella se puede apreciar bien la disposición de la vegetación: las zonas altas están pobladas de una especie de pino conocido aquí como “pino de Valsaín”, y que es el “pino albar” o “pino silvestre” (es un pino propio de climas fríos que en España sólo se encuentra en las montañas; es más grande y más oscuro que el típico pino piñonero que encontramos en el resto de la Meseta y el Mediterráneo). En las zonas bajas crecen árboles de hoja caduca: robles, castaños, y unas pocas hayas, entre otros.
De esta forma, en las zonas de altura intermedia (como lo es el pueblo de Valsaín), se mezclan árboles de hoja perenne (pino), con árboles de hoja caduca (los demás), circunstancia que produce paisajes espectaculares en otoño.
Aquí vienen un par de fotos tomadas en Valsaín. Por cierto, que sepáis que por estas praderas y pinares se rodó una famosa película, la primera interpretada por Gobernator: “Conan el Bárbaro”.
Os planto aquí, sin más literatura, algunas fotos. La primera es del propio camino que recorrimos, y las siguientes de lo que nos fuimos encontrando.
Y para terminar, lo más importante de todo. Esto es lo que se hace en la sierra después de darte el paseo: tomarte una cervecita en una terraza, respirando aire puro y mirando el panorama.
También fotografié algunos bichitos salvajes que nos cruzaron por el camino. Os vendrán a saludar una próxima entrada.
El viernes pasado salimos Clara y yo a cenar fuera.
El concurso consiste en lo siguiente: los lectores deben adivinar qué comimos.
Y os dejo la mejor pista posible: la cuenta que nos presentaron al final.
Quien acierte por lo menos dos (2) conceptos del menú, recibirá el título de Experto Exégeta de Caligrafía Hermética (especialidad Ojo de Lince). Y si se trata de un lector habitual, probablemente le invite también a cenar allí un día que nos veamos por Madrid.
Recogiendo la propuesta lanzada por Roberto Vieytes hace unos días, salí el domingo pasado a fotografiar pajaritos por los alrededores de mi casa.
Estuve durante una hora buscando involuntarios para salir en el blog, y en ese tiempo descubrí al menos un ejemplar de casi todos los pájaros habituales de la zona; además, encontré ejemplares de otras especies que nunca había visto por aquí, a los cuales pude identificar luego en casa gracias al google. Y es que no hay nada como mirar, para ver.
Mis vecinos de toda la vida son:
Gorriones. Pongo primero la foto de un macho que estaba sentado (sí, sentado) en la arena, y luego la foto de un ejemplar joven:
Lavanderas. Este pájaro tiene patas palmípedas, y un vuelo muy característico. Pega unos aletazos y sube como un cohete, luego se deja caer a plomo, pega más aletazos, vuelve a caer a plomo… se desplaza de este modo siguiendo una trayectoria ondulada muy marcada. Ese sistema de vuelo debe ser agotador, por eso seguramente se le ve casi siempre andando.
Mirlos. Aquí sale un macho encima de una chimenea. Es un pájaro negro (los machos), regordete, que anda más que vuela escondido entre los arbustos; es un pájaro feo, en una palabra.
Urracas. Son pájaros de tamaño medio, más grandes que todos los anteriores. Tienen un color muy vistoso, y es creencia popular que llevan a sus nidos cualquier objeto humano llamativo que se deja abandonado momentáneamente en un descuido (típicamente, las llaves de las casas). Tienen también fama de inteligentes, como toda la familia de los cuervos a la que pertenece. Pongo dos fotos del mismo ejemplar, la segunda de ellas en vuelo para que podáis apreciar los bonitos colores que exhiben sus alas desplegadas.
Aparte de algún otro pájaro que me pueda estar dejando en el tintero, son también residentes habituales de la zona los vencejos. Me sorprendió no ver ninguno el domingo pasado, pero averigüé luego en Internet que se trata de una especie migratoria. Han debido marchar ya hacia el sur, pese a que estamos teniendo un otoño más cálido de lo normal.
Y ahora vienen los pájaros que nunca había visto con anterioridad por aquí.
A este primero no he conseguido identificarle bien, no sé si es un mosquitero o un verdecillo. Había bastantes ejemplares de esta especie, por lo que me extrañó mucho no haberme fijado antes en ellos. Supongo que no me habían llamado la atención por su parecido con los gorriones; su color es distinto, pero la forma y el tamaño son casi idénticos.
No me extraña, en cambio, que no hubiera visto nunca los dos pájaros que voy a mostrar ahora, porque sólo buscándolos pacientemente entre los árboles, tras oírlos cantar, conseguí dar con ellos. Son muy huidizos, y no llegué a ver ninguno que no estuviera detrás de un montón de hojas.
Este primero es un jilguero:
Y para terminar, un petirrojo:
Si algún día descubro algún pájaro de otra especie distinta y tengo oportunidad de fotografiarlo, por aquí aparecerá también. Y si descubro un ejemplar de alguna especie desconocida, seréis los primeros en conocerlo... es más, en tal caso plantearía un concurso entre los lectores para que le diésemos, entre todos, el nombre más apropiado.. Nosecuantos bloguensis, o algo así.