Hace dos días, a estas mismas tres horas de la madrugada, andaba yo metido en un cilindro de aluminio, a 11 kilómetros de altura. La temperatura exterior era de 56 grados bajo cero, según afirmación previa del capitán. Hacía ya rato que habíamos dejado atrás la costa de Terranova, y volábamos sobre las aguas heladas del Atlántico Norte. En el interior del avión las luces habían sido apagadas para que durmiese el pasaje, manteniéndose tan solo una tenue iluminación indirecta.
No me podía dormir, como de costumbre. Tenía los ojos abiertos, pero todo estaba oscuro a mi alrededor. La noche que entraba por las ventanillas del avión era completamente negra, amenazadora. Sólo se escuchaba alguna respiración pesada, y el ronroneo constante de los motores. El avión se balanceaba suavemente, como acunándonos, en un movimiento rítmico alterado ocasionalmente por unas leves sacudidas que provocaban un crujido ligerísimo -apenas audible- de la cabina.
A falta de otra cosa que hacer, comencé a estudiar detenidamente los sonidos del avión. Comprendí la importancia que tendría cualquier pequeño cambio que pudiese detectar. Y me imaginé entonces un crujido mayor que los demás, y el instante siguiente en el que me encontraría yo solo, desvalido, en la oscuridad más absoluta, a 56 grados bajo cero, y a 11 kilómetros de altura sobre las negras aguas del Atlántico Norte.
8 comentarios:
Estimado zombi, yo creo que momentos de contemplación y reflexión como los que describes suelen llegar sólo de cuando en cuando y, entre otras cosas, pueden hacernos entender lo frágiles que somos en situaciones que no está en nuestras manos controlar, valorar lo que tenemos y redirigir, quizá, nuestro rumbo si es que algo no nos está haciendo felíz.
Este tema me daría mucho para hablar pero lo dejaré aquí pues creo que hay conversaciones que uno debe dejar sólo para una buena tarde de café.
Amigo, ¡órale, a reaccionar! supongo que el lunes ya vas a trabajar y no queremos que nadie vaya a prisión porque el Mr. Viajador le perdió la pista al caso.
Aviso de que lo que escriba aquí no tiene que ver con la entrada peeeeeeeeero es que... ¡te he escuchado!
Je, es que recién vengo de tomarme un delicioso té en casa de Myriam y claro, no he podido resistirme a decírtelo.
Definitivamente... me haces reír.
Con Dios para creyentes... con el diablo -o a "quien", "que" se escoja- para los que no.
¡Y también te he visto!
Re-definitivamente me haces jajijujoje...
Esteeeee... ¿te interesaría ser el camarógrafo de mi peli cuando la ruede? Veo que tu pulso es magnífico para la tarea. "Operador de cámara", si prefieres que lo llamemos mas modernamente. Quizás también podríamos negociar el puesto de narrador. ;-P
Ahora más seriamente... la última vez que viajé en avión me di cuenta de que me estaba haciendo mayor. No es que sintiera miedo... pero sí cierta intranquilidad por las constantes turbulencias y "ruidos", lo que no me había pasado con anterioridad.
La verdad... donde esté un viaje en tren... que además es un medio de transporte mágico-potágico, doblemente por aquello de la actual alta velocidad... Excepto los que parten de mi tierra. No hace tanto que nos quitaron el talgo de la época del generalísimo, y es que aquí llega lo que retiran al resto del país. Ains, ains esto de vivir en "provincias"...
Bueno, ya estáis sanos y salvos en casa. Y enriquecidos por el viaje. ¡Y zombis!, por supuesto.
Estimada Myriam.. no sé si lo llamaría un "momento de contemplación y reflexión", o un "momento de soportar la última tontería"...
Aparte de que, como lo he llamado "un cuento", la historia podría ser mentira de principio a fin... bueno, mentira no, sólo un cuento.
Y del trabajo ya sabes que no hablo aquí.. eso es algo que me tomo muy en serio, y no tiene sitio en un blog tan poco serio como éste que me está saliendo..
Leve, por un momento me has colmatado el gadget de comentarios recientes, jeje...
Pues sí, es que los concursos de Myriam son muy valorados. Y yo que me apunto a un bombardeo... así me va de mal al mus, que cada vez que me echan un órdago lo quiero, aunque lleve un pimiento.. una ruina.
A mi lo que me fastidia realmente de los aviones no son los ruiditos, sino que metan tanta gente dentro... siempre que puedo evitarlos lo hago, pero claro, para ir a América no te queda otra, los buenos tiempos del Titanic terminaron.. aunque creo que hay barcos que hacen todavía el viaje, lo tendré en cuenta cuando esté jubilado.
por cierto, los trenes también me gustan mucho... el Talgo que dices (supongo que hablas del rojo y blanco) le retiraron hace pocas semanas de la última línea por la que circulaba, la Barcelona-Irún.. descanse en paz
Pues no recuerdo el color, pero sí que era incomodíííííísimo, incluso que podía dar cierto "repelús" su interior. Mis "escrúpulos" aumentaban notablemente cuando entraba a él.
Y vaya... pensaba que éramos los últimos de Spain, y que cuando retiraban trenes de nuestras líneas su destino era otro país digamos menos afortunado que el nuestro.
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